Crítica 'Murieron por encima de sus posibilidades'

Reír por debajo de las expectativas

Murieron por encima de sus posibilidades. Comedia terrorista, España, 2014, 100 min. Dirección y guión: Isaki Lacuesta. Fotografía: Diego Dussuel, Marc Gómez del Moral. Música: Albert Pla. Intérpretes: Raúl Arévalo, Albert Pla, Bruno Bergonzini, Jordi Vilches, Julián Villagrán, José Coronado, Imanol Arias, José Sacristán, Luis Tosar, Eduard Fernández, Carmen Machi, Emma Suárez, Ariadna Gil, Sergi López, Josep María Pou, Álex Brendehmül.  

Rodada en régimen de autoproducción a salto de mata y con un reparto estelar que incluye a algunos de los rostros más populares del último cine español, Murieron por encima de sus posibilidades se estrena justo cuando su supuesta carga subversiva y su humor terrorista y salvaje sobre la actual crisis económica compiten con la actualidad informativa de nuevos escándalos de corrupción y sinvergonzonería política.

Se anula así parte de su efecto anticipatorio o visionario con un inopinado efecto espejo, algo que, en este caso, termina jugando en contra de las pretensiones de denuncia general y el festín de incorrección que quieren atravesar este nuevo trabajo de Lacuesta, que supone un considerable cambio de registro respecto a sus alabados largos Cravan vs. Cravan, La leyenda del tiempo, Los condenados o Los pasos dobles.

Comedia excéntrica y coral, Murieron… se empapa de un espíritu anarquista y corrosivo en su despliegue de una narrativa centrífuga destinada a reunir en un comando justiciero a un puñado de parias iluminados, víctimas psiquiátricas de los desmanes del pelotazo, la extorsión y la corrupción generalizada, dispuestos a llevarse por delante a los líderes del sistema como gesto de gran venganza colectiva y catarsis populista.

Lacuesta modela un trazo grueso de caricatura generalizada que se traslada también a la puesta en escena, reparte estopa a diestro y siniestro (tampoco se escapan los indignados y los revolucionarios primaverales) y sin paños calientes, pero en su empeño olvida que la comedia es, sobre todo, una cuestión de ritmo, elipsis y medida, elementos de los que su película adolece a niveles casi alarmantes.

Hay aquí pocos gags que rescatar en la acumulación de excesos, verborrea explícita y citas cinéfilas (de La naranja mecánica a Apocalipse Now), y ni tan siquiera esos apuntes de posthumor caducado acaban de funcionar y ensamblarse en un conjunto que se resiente demasiado de la fragmentariedad y la dispersión para que su gran guiñol y su festín final de sangre y vísceras se celebren como es debido.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios