TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Crítica de Música

Rusos, taciturnos y románticos

DMITRIENCO / NATSVLISHVILI / KUCHAEVA

XXVI Ciclo de Música de Cámara. Vladimir Dmitrienco, violín; Nonna Natsvlishvili, violonchelo; Natalia Kuchaeva, piano. Programa: Trio pathétique en re menor de Mikhail Glinka; Trío nº1 en re menor Op.32 de Anton Arensky. Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo 3 de abril. Aforo: Dos tercios de entrada.

La enfermedad de la arpista búlgara Daniela Iolkicheva obligó a cambiar formación y programa. La joven pianista Natalia Kuchaeva terminó por conformar un trío completamente ruso, que modificó su idea afrancesada original por la de ofrecer dos obras de artistas románticos rusos: Glinka, para muchos el creador de la escuela nacional de música clásica del gran país eslavo, y Arensky, músico contemporáneo de Chaikovski y los Cinco, aunque algo más joven y menos conocido.

Tríos con esa marca entre patética y elegíaca que parece consustancial al alma rusa (obras de este género de Chaikovski y Rachmaninov, muy populares, también la incorporan), cierto que en Glinka aparece más condensada y de forma algo episódica (sobre todo en la parte de violonchelo del Largo), bien defendida por el trío de la ROSS en un discurso que se desarrolló entre lirismo y brillantez. El centro emocional de la obra de Arensky, su Adagio, lo fue también de todo el recital, con esa melodía doliente, pero a la vez tierna y consoladora, que presenta el violonchelo con sordina y recoge después el violín, mientras el piano parece al margen, ensoñado en un aura infantil. Es un momento ciertamente mágico, que Dmitrienco, Natsvlishvili y Kuchaeva tocaron con matizada delicadeza. Venían del Scherzo juguetón, que el Trío central ironiza con una solemnidad impostada, y derivaron en un dramático final que es casi recapitulación de la obra e interpretaron con una agitada vitalidad que hicieron compatible con un carácter que nunca deja de ser sombrío. Un concierto para espíritus románticos y melancólicos, que se hizo aún más taciturno en el Oblivion de Piazzolla de la propina.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios