Cultura

Sevillanas, literatura oral

  • Los orígenes del género popular y flamenco propio de estas fechas se remontan a la Edad Media, aunque sus primeros testimonios literales datan del siglo XV

Las sevillanas son seguidillas (coplas de cuatro versos heptasílabos los impares y pentasílabos los pares), la forma que el baile y el canto de la seguidilla tradicional castellana adopta en Sevilla. Su ritmo es ternario y es un baile popular de galanteo. Hoy se interpreta en tandas de cuatro coplas, cada una con unos pasos característicos, aunque en el pasado no era así. Habitualmente es un canto en tono mayor, aunque los hay también en fórmulas menores y modales. En los años sesenta surgen, en las voces de Los Hermanos Toronjo o El Pali, procedentes del flamenco más popular, sus primeros cultivadores especializados. Hasta ese momento era un baile y un canto popular más, que en ocasiones entra en los estudios de grabación. Las primeras sevillanas las registró La Rubia de Málaga y El Mochuelo, cantaores de flamenco, en los cilindros de cera de finales del siglo XIX.

Sevillanas y flamenco

Fue de hecho uno de los primeros géneros populares y flamencos que se grabó. Desde estas fechas hasta los años sesenta se introduce ocasionalmente en los repertorios de La Niña de los Peines, Manuel Vallejo o Bernardo el de los Lobitos, que cuenta con una grabación de las sevillanas corraleras en los años cincuenta, tan fina y punzante como aérea y grácil. En los 70, en las versiones de Los Rocieros o Los Marismeños, se aceleró y sufrió los efectos del bajo eléctrico, como en los ochenta, con Ana Reverte, María del Monte o Cantores de Híspalis, los del sintetizador. No obstante estos vaivenes en lo que a su acompañamiento se refiere, el pueblo sevillano la bailó siempre, como señala el maestro José Otero en su Tratado de bailes, una obra en la que desmenuza la coreografía contemporánea de la sevillanas.

Orígenes literarios

La seguidilla, una composición poética que alimentaría buena parte del árbol popular y flamenco, incluyendo a las sevillanas, o seguidillas sevillanas, aparece por vez primera con este nombre (anteriormente había convivido con otras denominaciones con las jarchas y zejeles) en los cancioneros poéticos del siglo XV, alcanzando en los dos siguientes una cota de popularidad superior a cualquier otra estrofa literaria de su género, "convirtiéndose en el alma del teatro musical (entremeses, bailes y mojigangas)" según Margit Frenk, "desplazando a las formas antiguas del folclore musical", teniendo como única competidora a la cuarteta octosilábica. En efecto, éstas son hoy día las dos estrofas dominantes en la métrica flamenca, que es la poesía popular más viva, tal vez la única, de las que hoy se mantienen en pie.

Tenemos por tanto la letra de las antiguas seguidillas, aunque nos falta la música, pero sabemos que este género literario fue siempre cantado y, en esta forma, es sucesor de zejeles, jarchas, villancicos y otras formas literario-musicales anteriores. El contraste de la seguidilla con las formas previas es el ingenio, la metáfora feliz y el juego conceptual y fonético, frente al directo emotivismo del folclore anterior, elementos contrapuestos que aún hoy podemos contratar en la lírica flamenca, entre la seguidilla (alegrías, serranas, bulerías, etc.), y su alegre algarabía, o su sentimentalismo artificioso, y la seguidilla gitana o la soleá, tan directas como un empellón de sangre.

Lope por sevillanas

Lope de Vega usó profusamente de las seguidillas como fin de fiesta de sus comedias, siendo las Seguidillas del Guadalquivir, que aún hoy se cantan, una de las composiciones más populares del género. Además de Lope, en el sigo de oro la cultivaron Cervantes, Góngora, Calderón, Tirso de Molina y Vélez de Guevara, entre otros. Samaniego también hizo uso de ellas, además del genio popular, que nunca dejó de gozar de bailarla y cantarla, como demuestran las populares Sevillanas del siglo XVIII rescatadas por Lorca, aunque en el mencionado siglo y el siguiente se refugia en gran media en los géneros teatrales menores y en el flamenco. El renacimiento a nivel culto de la seguidilla se da en el siglo XX en la pluma de autores como Lorca, los hermanos Machado, Miguel Hernández, Luis Rosales, José Manuel Caballero Bonald, etc. En el cante flamenco la encontramos alimentando cantiñas, alegrías, serranas, livianas y bulerías, y como origen de la seguidilla gitana. Y, por supuesto, en las sevillanas. Las nuestras.

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