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Crítica de Música

Soberbia noche de emociones

Tiene razón Tommaso Cogato cuando reflexiona sobre la condición de Cenicienta de la música de cámara en el conjunto de la programación musical sevillana. Pero también es verdad que, por desgracia, apenas si hay afición en la ciudad para este repertorio y como muestra lean el aforo que consiguió reunir este concierto con un programa y unos intérpretes como para haber abarrotado la sala. Ésta es la realidad, lo queramos o no.

El premonitorio cuarteto de Mozart fue atacado desde un justo punto de equilibrio entre el trasfondo clasicista y la premonición romántica de su tempestuoso primer motivo; no forzaron el fraseo ni la intensidad de los golpes de arco, ni densificaron el sonido en exceso, salvo allá, como en la coda final, donde el discurso musical parece pedirlo. Con una clarísima y cristalina articulación en el piano, con las justas dosis de rubato, el poético tema del Andante se desplegó con elegancia y morbidez sobre un sonido de las cuerdas magníficamente empastado y equilibrado, con una brillante y ágil D'Aprile y un Thomas que logró hacer de la viola el verdadero engarce tímbrico del conjunto.

Para el monumental cuarteto de Brahms el grupo reservó toda su energía expresiva y todo el fuego romántico, con una versión musculosa, de denso y bellísimo sonido y un fraseo plenamente identificado con el ardor del joven Brahms, con un Cogato de articulación perfecta y sonido muy corpóreo y unas cuerdas capaces de las mayores efusiones emotivas como del mayor refinamiento en los pasajes con sordina del Poco adagio. Emoción y felicidad para 60 personas.

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