La entusiasta violonchelista sevillana Beatriz González Calderón emprendió hace años un proyecto musical exclusivamente femenino que va adaptando su formación a las distintas opciones de trabajo, desde la orquesta de cuerdas a diferentes conjuntos camerísticos. El proyecto lleva el nombre genérico de Almaclara, en homenaje a dos de las compositoras más famosas de la historia, Alma Schindler y Clara Wieck, consortes respectivas de Mahler y Schumann. El martes, González Calderón presentó en el Alcázar la formación de cuatro violonchelos, que incluía a dos profesoras de la ROSS (Carmel y Talbot). En programa, un recorrido por músicas inspiradas en el verano con arreglos para los cuatro cellos y una serie de textos poéticos a modo de interludios que dijo de forma excelente la propia directora.

Las buenas intenciones de un programa aún por madurar quedaron lastradas por interpretaciones irregulares, de afinación no siempre firme y en las que la variedad de estilos quedó igualada por una visión homogeneizadora, de articulaciones poco marcadas y fraseo monótono, en la que salieron perdiendo las abundantes piezas barrocas, con un Bach más bien melifluo y unos violonchelos asumiendo de forma problemática las voces dispuestas originalmente para el violín (especialmente desafortunado el concierto de Telemann) e incluso la flauta dulce soprano, un Gardellino de Vivaldi convertido en un reto casi imposible. La languidez de la barcarola de Chaikovski resultó en cambio muy atractiva, como el toque nostálgico de la balada de John Stevenson o la agitación de la tormenta rossiniana. Sin duda, puntos desde donde afinar en el desarrollo de este proyecto.