Cultura

Vinos viejos en odres nuevos

  • Naïve publica en DVD 'La pietra del paragone' de Rossini en la imaginativa producción del Teatro del Châtelet de 2007

En las dos décadas finales del siglo XX se produjo una auténtica revolución en un género tan aparentemente conservador y reacio a las innovaciones como el de la ópera. Por todas partes surgieron dramaturgos que empezaron a plantear lecturas nuevas de los títulos mil veces vistos. Las puestas en escenas pretendidamente realistas o, como mucho, metafóricas a base de desnudar los escenarios (en muchos casos, haciendo de la necesidad virtud) se vieron de pronto superadas por concepciones nuevas, que buscaban romper completamente con la tradición y alimentar el debate sobre los valores representados en la escena mediante la polémica, de modo que era fácil encontrarse con un Don Juan negro ejerciendo de proxeneta en el Bronx, una Despina propietaria de un snack-bar de autopista, un Don José subido en una imponente Harley con Carmen de paquete o una Cleopatra resguardándose del ardiente sol de Egipto con una sombrilla.

Ante esta avalancha de cambios, el mundo de los aficionados se dividió literalmente en dos: por un lado, los que cansados de ver a Violeta extinguirse entre tules y camelias con un camisón hasta los tobillos agradecían la minifalda de la Netrebko y los sofás en forma de rojos labios sensuales; por el otro, los que contemplaban horrorizados la manipulación de las obras originales. Por supuesto que muchos de estos trabajos escénicos partían de un desconocimiento general de las leyes físicas que obligan a los cantantes a evitar determinadas posturas mientras trabajan y que muchos planteamientos resultaban tan ridículos que desfiguraban por completo tanto dramática como musicalmente las obras que pretendían rejuvenecer, pero sería absurdo negar el aire fresco que los planteamientos modernos aportaron al género ni los hallazgos de muchos registas, capaces de levantar velos y mostrar realidades ocultas en títulos que creíamos agotados.

Es lo que hicieron en enero de 2007 en el Teatro del Châtelet de París Giorgio Barberio Corsetti y Pierrick Sorin con La pietra del paragone (La piedra de toque), ópera bufa (melodramma giocoso reza el original) que Rossini logró colocar en la Scala de Milán en septiembre de 1812, lo que le abriría muchas puertas en el futuro. Sorin, prestigiosísimo videoartista francés, y Corsetti hacen un planteamiento de muy atractiva originalidad: sobre un fondo azul y una iluminación intensa (da gloria verla, acostumbrados ya a esa tendencia absurda a la oscuridad permanente que plantean tantos directores), quince cámaras graban lo que pasa en la escena que es proyectado en tiempo real sobre unas grandes pantallas cuyos fondos, también filmados sobre unas pequeñas maquetas situadas a la vista del público, van cambiando a lo largo de la representación. Esto permite un juego lleno de matices y de sutilezas sobre lo real y lo virtual para una obra que bien podría calificarse de comedia sofisticada.

Musicalmente, la cosa funciona espléndidamente merced a los instrumentos de época del Ensemble Matheus, a la batuta ágil, detallista y jugosa de Jean-Christophe Spinosi y a un elenco joven y muy adecuado, en el que brillan especialmente la contralto Sonia Prina y el tenor granadino José Manuel Zapata. Subtítulos sólo en francés e inglés, audiodescripción (en francés) para personas con problemas de visión y DVD añadido con entrevistas.

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