La gran sensación durante la calurosa tarde de ayer en la Plaza Nueva fue una anécdota. Pero una anécdota con mucho brillo, con mucho glamour casual, como casi todo lo que tiene que ver el cine o más bien con sus alrededores. Jude Law, el actor británico, la estrella que vive ahora un nuevo auge por el éxito de El joven Papa, la serie de Paolo Sorrentino, se dio un comentadísimo paseo por la Feria del Libro. Ya había sido visto horas antes en el bar Eslava. En la Plaza Nueva acabó sentándose un rato junto a su acompañante para disfrutar del recital que daba en ese momento en la caseta de la Red de Bibliotecas Municipales el simpar Fernando Mansilla. Porque lo disfrutó, a la vista de los abiertos aplausos que antes de levantarse e irse le dedicó precisamente, cosas del azar y sus cruces improbables, a uno de los artistas más genuinamente underground de Sevilla.
Por supuesto, hubo también otros argumentos, puramente literarios. Mientras el actor estaba escuchando a Mansilla, Sergio del Molino hablaba en la Pérgola con Hipólito G. Navarro y Alejandro Luque de La España vacía, el libro que lo ha convertido -con la bendición de Muñoz Molina, cuyo entusiasta artículo al respecto supuso un empujoncito incalculable- en uno de los autores nacionales más leídos y solicitados del año. Del ensayo se ha hablado mucho ya, también en estas mismas páginas, pero baste decir que va por su décima edición -un ensayo, insistimos- para recordar el fenomenal triunfo que ha supuesto para Del Molino. La excepcionalidad de tamaña repercusión queda subrayada aún más por el hecho de que la obra nació como un encargo (de la editoral Turner), lo que en tantísimos casos significa activar-el-piloto-automático-y-cumplir.
Él, sin embargo, quiso aprovechar la oportunidad para llevar a la práctica sus ideas acerca del ensayismo. Que es a su juicio demasiado severo y academicista, demasiado "teológico" o directamente "incomprensible" en la tradición española reciente. "A mí me gusta más acompañar al lector, tratarlo de tú a tú. Me interesa mucho más el ensayismo anglosajón, gente como Bill Bryson o Mary Beard, que aunan una altísima calidad literaria con una enorme capacidad divulgativa". Y de este modo, "siendo un observador, un lector, un viajero o un cinéfilo, pero nunca subido a un púlpito para soltar la murga", como gráficamente apuntó Luque, Del Molino se empeñó en intentar comprender de verdad la realidad de la España interior y cada vez más despoblada, más en concreto la de la España mesetaria, la del "secarral" tantas veces invocada con fatalismo, condescendencia o "desprecio". "Miramos el campo y el ámbito rural con tópicos de hace 50 años", resumió. ¿Con qué consecuencias sobre la cultura y la sociedad contemporáneas y algunos de sus conflictos identitarios? Bueno, pues de eso va el libro. Y su autor se ha propuesto, como bromeó Navarro, llegar a la vigésima edición...
En el mismo espacio, a las nueve de la noche, la cantaora Carmen Linares, que acaba de publicar un disco con poemas de Miguel Hernández; José Sacristán, cuyo padre compartió cárcel en Ocaña con el poeta; y José Luis Ferris, profesor y autor de la biografía más celebrada del escritor de Orihuela, ofrecieron junto a Luque, que hizo doblete, y al cantautor Juan Luis Pineda, un homenaje al autor de El rayo que no cesa. El sentido cante que improvisó Linares, unos fragmentos de Andaluces de Jaén por tonás, y el hondo recitado de la Elegía primera a Federico García Lorca que brindó Sacristán fueron, casi sobra indicarlo, los momentos más emocionantes.
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