'world music' Sevilla acoge por última vez la feria comercial de 'música del mundo'

Entre Woodstock y Eurovisión

  • La primera jornada de conciertos abiertos al público en la XIII edición de Womex se saldó con lluvia y con una oferta salvada a última hora, y 'manu militari', por los pelos

Los así llamados delegados internacionales de Womex, la Expo de las Músicas del Mundo, han paseado estos días sus credenciales por Sevilla. En el autobús de línea que nos condujo el pasado jueves hasta el Palacio de Congresos (la prensa había de realizar esa excursión, por imperativo de la organización, para recoger sus acreditaciones para los conciertos) abundaban las pulseritas de colores y los pases colgados al cuello. Una vez en FIBES nos atendían amablemente en el mostrador de prensa, sólo en inglés. Eso ya permite hacerse una idea de la naturaleza de Womex, que celebra su XIII edición y se despide de Sevilla tras cuatro años celebrándose en nuestra ciudad (el año que viene llegará a Copenhague). Womex no es tanto un festival como una feria, sin duda una ocasión idónea para el encuentro de los profesionales de este género o amalgama de géneros musicales que recibe el rótulo de world music, con la contrapartida de que muchas de sus actividades se realizan de puertas adentro y no se quiere o sabe ofertar la programación musical a un público más amplio y ajeno a la industria especializada, con lo que el que acude a las carpas instaladas en la Plaza de España y junto al Casino de la Exposición parece nutrirse sobre todo de miembros invitados, los cerca de 3.000 delegados que contabiliza la organización, y otros tantos mánagers, productores, periodistas...

Sea como fuere, el jueves dieron comienzo los conciertos, una programación diversa que acoge propuestas de todos los rincones del globo, desde Corea a Pernambuco. El pistoletazo de salida lo dieron Fatima Spar & The Freedom Fries, con aires klezmer y swing canalla, que algo recuerdan en su heterodoxia centroeuropea a propuestas como la de los fabulosos Kamikaze Ground Crew. La superposición de horarios hizo que nos perdiéramos a los -al parecer espectaculares en su concepción escénica- Gong Myoung, de Corea del Sur. Lamentamos la caída del cartel de los congoleños Staff Benda Bilili, que fueron sustituidos por Eneida Marta. Una lástima, porque Staff Benda Bilili (cuyo myspace les recomiendo: www.myspace.com/staffbendabilili) era probablemente la más extraña e interesante formación, y también la más auténtica: su música es la viva imagen de lo que en puridad debiéramos buscar en la world music, es decir, nada de pureza, sino un hermoso y popular eclecticismo que sea capaz de no acusar las nefastas influencias de los mass media y la industria, pero sepa aprovechar lo que los nuevos tiempos ofrecen y también, en raras ocasiones, la industria (siendo el de Ry Cooder, arquetipo del productor en estado de gracia, un caso ya casi legendario, si bien, por otro lado, enfrentado a la industria discográfica a su modo).

La fiesta siguió con Alex Cuba, que presentaba una propuesta curiosa para los amantes de la canción de autor: un trío que no sonaba mal y aunaba el algo relamido gusto por la metáfora en plan Silvio Rodríguez con una estética popera. Fuimos a dar una vuelta por otros escenarios y acabamos en el poco concurrido concierto de la sueca Sofia Jannok, cuya música nos hizo regresar a la Plaza de España a pesar de la lluvia, que podría haber contribuido a hacer de aquello un pequeño Woodstock sevillano, de haber habido más fango y más talento. El caso es que, en general, la música parecía más propia, a esas alturas de la noche, del ínclito festival de Eurovisión. De ahí que recibiéramos con alborozo el singular sonido que nos esperaba en la carpa número 1: ni más ni menos que Les Amazones de Guinée en pie de guerra. Sí, esta formación veterana está integrada por miembros (femeninos, oiga) de las fuerzas armadas de Guinea, y como tales salen ataviadas a escena. Su hipnótico afro-soul resultaba contundente, caótico también pero atractivo, gracias en parte al contraste con lo edulcorado de la jornada y a pesar del absoluto desafine colectivo (la guitarrista principal solicitó varias veces la ayuda de un soldado raso para afinar su Stratocaster, el cual hacía girar con poco éxito las clavijas sin que su superior dejase de puntear las cuerdas un solo momento, verlo para creerlo).

Nada bueno nos dijeron los ruidosos Speed Caravan. Bassekou Kouyate & Ngoni ba, con su banda de intérpretes del ngoni y sus saltarines percusionistas, puso un brillante broche final -si bien con algunos momentos de cargante virtuosismo- a una primera jornada que se salvó por los pelos.

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