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Cultura

El alimento del alma

  • Los vecinos de Mijas, donde el académico pasaba los inviernos, recuerdan su sencillez

Los que lo conocían lo definen como una persona tranquila, amable y, que pese a su avanzada edad, no dudaba atender a todo el mundo que se le acercaba para hablar. Así recuerdan sus vecinos de La Cala de Mijas, en Málaga, a José Luis Sampedro. Para ellos, el escritor era un vecino más. Famoso, eso sí, pero un residente que, como muchos otros, pasaba temporadas en la Costa del Sol para huir del frío de Madrid y que se encontraba integrado en la rutina de esta barriada mijeña.

La noticia de su fallecimiento no pasó desapercibida ayer para los vecinos de este núcleo marinero, que fue elegido por el escritor por su clima suave y su tranquilidad. Allí solía almorzar o cenar en el restaurante El Granaíno, donde en compañía de su mujer, Olga, disfrutaba de la comida casera, sobre todo de los platos de cuchara, del tiramisú y de los salmonetes fritos que le encantaban.

Cuando iba a comer allí, cosa que hacía de forma regular, no dudaba en pedir un plato de patatas fritas, ya que Charo García, una de las propietarias del restaurante, afirma que para él "eran el alimento del alma". Tal sentencia demuestra el carácter cercano y afable de uno de los grandes autores españoles que hace dos años fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras. De hecho, el mismo día en que se enteró de este reconocimiento viajaba a Mijas y no dudó en comer en el bar de siempre.

"Nos han contado que el año pasado, cuando estaba en los Pirineos, se tuvo que volver a Madrid y ya no ha vuelto aquí en invierno. Sabemos que ha estado muy bien atendido. Lamentamos muchísimo la pérdida porque se ha muerto un gran hombre, ya no sólo en el plano cultural, sino en el personal", explica Charo. La mujer califica a Sampedro como "encantador y maravilloso" y es más, afirma que cada vez que se come una patata frita se acuerda de él y de que no dudaba en hacerse fotos o firmar los libros de todos aquellos que lo solicitaban. Siempre con una sonrisa.

Francisco García, otro trabajador de El Granaíno, sólo tiene buenas palabras para el pensador, con el que compartió muy buenos ratos. Francisco recuerda que Sampedro y Olga comieron regularmente en el restaurante unos cuatro años, a lo largo de periodos distintos. "Le gustaba todo y comía de todo. Era una persona muy agradecida que siempre te decía lo bueno que estaba cada plato. Hemos lamentado muchísimo su pérdida, es una pena", afirma el trabajador. Para rendir homenaje a su figura, los trabajadores tenían previsto ayer leer un escrito y colgar algunas fotos que se habían hecho con él en las redes sociales.

También Francisco Sepúlveda, presidente de la asociación de vecinos de La Cala, mostró su malestar por la muerte del escritor. Sepúlveda recuerda que hace tiempo tenían previsto rendirle un homenaje, aunque éste finalmente no se llevó a cabo ya que hubo un amago de un reconocimiento institucional. "Incluso ya que era mayor te dedicaba su tiempo si te parabas con él. Se le puede definir con una palabra: cercanía", detalla el presidente vecinal.

Por su parte, el Ayuntamiento de Mijas, a través de un comunicado, quiso ayer dar el pésame a la familia y al mundo de la cultura. "Su figura de hombre comprometido con su tiempo y como defensor de causas justas debe servir como ejemplo a las generaciones futuras", afirmó el portavoz del equipo de gobierno de la localidad, Mario Bravo. Además, el edil subrayó que Sampedro había contribuido a promocionar turísticamente La Cala, ese barrio por el que tanto paseó junto al mar.

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