Cultura

Una ambigua partida de ajedrez

  • 'Captura y muerte de Bin Laden', una obra con texto de José Luis de Blas y dirección de Carlos Álvarez-Ossorio, se estrena este fin de semana en la sala B del Teatro Central

Todo ocurre, en principio, algún día de 2013 (2013, no 2011: matiz importante, como se verá a continuación). En un lugar de Paquistán, un agente de la CIA se adentra en un complejo secreto y laberíntico y en una de las habitaciones acaba encontrándose con un prisionero anónimo al que deberá interrogar. La situación, en efecto, como dice Carlos Álvarez-Ossorio, "suena mucho a película, a película americana". Y por ello mismo Captura y muerte de Bin Laden, la obra escrita por José Luis de Blas Correa y dirigida por el primero, estreno absoluto en la sala B del Central el próximo fin de semana, sortea tal camino previsible para proponerse, explica Álvarez-Ossorio, como una cavilación sobre la verdad y la mentira y su papel determinante "en las relaciones humanas", no sólo en el plano político u oficial de la vida pública sino también en la intimidad de las personas.

La obra surgió de la forma en que a José Luis de Blas Correa se le pusieron "los pelos de punta" cuando -en 2011, ahora sí- Barack Obama, presidente de un estado democrático que a la sazón ejerce de líder y ejemplo del mundo libre, "anunció con orgullo ante su pueblo que había utilizado el apatado del Estado para matar a alguien". A una persona que era el terrorista más buscado del planeta, sí; pero ese hecho no hace más aceptable su eliminación, como eufemísticamente se dijo entonces, que si la ejecutada hubiera sido "la madre Teresa de Calcuta", añade el autor de la obra, que volcó toda esa inquietud en Captura y muerte de Bin Laden, un texto lleno de preguntas sobre estos tiempos de "certezas prefabricadas que asumimos sin rechistar" y en los que no es precisamente sencillo "separar la verdad del ruido".

"La obra es política pero no panfletaria; el arte sirve al pensamiento libre, no al dogmático"

"Por temor a ser redundante al tratarse de mi propio texto, preferí que lo dirigiera otra persona, y sabía que Carlos elevaría el texto, incluso aunque lo hiciera yendo en contra de él", reconoce el autor. Y eso hizo Álvarez-Ossorio: "El material que me llegó presentaba una situación única, en un lugar único, en un tiempo único. Y pensé que si la obra trata de poner en cuestión lo que desde el poder y los medios de comunicación nos transmiten como la verdad, sería interesante poner en cuestión el discurso de la propia obra, plantear que tal vez incluso lo que el público ve también puede ser mentira", explica el director de esta pieza que plantea un juego permanente en torno a las nociones de verdad y mentira, hasta el punto de desdibujarlas premeditadamente.

Captura y muerte...es una obra indisimuladamente política y crítica, apunta Josu Eguskiza. "Pero no panfletaria", matiza el actor vasco afincado en Sevilla, que encarna al agente de la CIA que se las verá con el yihadista anónimo (o eso parece) al que da vida Paco Luna. "Hay muchas lecturas posibles, tantas como capas tiene la obra", añade. "Precisamente la puesta en escena, esa decisión de discutir el propio texto, busca eso, no quedarnos en la superficie y en la literalidad -tercia Álvarez-Ossorio-. Y en efecto no es panfletaria en el sentido de que no decimos qué es lo que tiene que pensar el público, no pretendemos ofrecer ninguna solución, pero sí sabemos que el arte es un territorio para el pensamiento libre, no para el dogmático".

Así pues, la obra se despliega como una ambigua partida de ajedrez en la que, a fin de cuentas, apunta Álvarez-Ossorio, se enfrentan "dos ratas en un laberinto". "Dos ratas que comienzan siendo enemigas, pero que poco a poco descubren que no son tan diferentes, y que el enemigo no es el otro, sino el laberinto en el que están inmersos. Laberinto que es físico pero también mental y está hecho de burocracia, miedos, violencia, terror, guerras, ideologías y mentiras", añade el director de la obra sobre sus dos protagonistas. Dos pobres diablos, a fin de cuentas, atrapados en un laberinto que puede que esté en Paquistán o incluso, quién sabe, "en el mismísimo infierno, y ellos son dos fantasmas que ni siquiera saben que ya están muertos".

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