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Cultura

Los tres amigos

Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de Fernando Sor y Dionisio Aguado. Guitarra: Antonio Duro. Fecha: Viernes, 20 de julio. Lugar: Jardines del Alcázar. Aforo: Lleno.

En septiembre de 1829 el sevillano Manuel García ofreció en su casa parisina un homenaje a su amigo Gioacchino Rossini, un homenaje por supuesto musical y en el que intervinieron varios de los músicos españoles refugiados por entonces en París y a los que García deparó siempre su protección. Entre ellos, aquella noche asistieron los guitarristas y compositores Fernando Sor y Dionisio Aguado. Muestra de la amistad que los unía y de la sintonía artistica que los vincuaba es el hecho de que Sor estrenase esa noche una pieza para dos guitarras titulada justamente Les deux amis.

En estos dos importantísimos compositores para la guitarra centró su brillante recital Antonio Duro, bajo el título de Exilio romántico. Sor, efectivamente, abandonó España en 1814 debido a su defensa del bando bonapartista durante la Guerra de Independencia, mientras que a Aguado lo encontraremos tambien en Francia a fines de los años veinte más por motivos artísticos y profesionales que por cuestiones políticas. Ambos asientan los fundamentos técnicos y expresivos de la guitarra clásica española, como quedó patente en la interpretación de Duro con una guitarra réplica de una original de 1830. En sus manos, el instrumento sónó con enorme dulzura, con tonos más cálidos e íntimos que los instrumentos posteriores; el músico ubetense extrajo de su guitarra toda una gama de colores mediante el absoluto control de la pulsación, desde los resonantes graves de la introducción del Fandando varié de Aguado hasta los delicadísimos armónicos del tercer aire mozartiano de Sor. Con una soberbia técnica que le permitió firmar interpretaciones sin tacha, ni roces (magníficos glissandi), ni notas fallidas y que le condujo a una articulación enormemente clara y transparente incluso en los pasajes más densos, Duro supo ir más allá y adentrarse en el alma de las composiciones, especialmente en los minuetos de Sor, en los que un bien dosificado rubato tiñó de melancolía y de poesía a los sonidos. Señalo especialmente la delicadeza en la exposición del segundo tema de la sonata de Sor y la sutil transición hacia los vigorosos redobles de adorno. Y para redondear la noche, destaquemos la soberbia lección de virtuosismo de las variaciónes Mambrú de Sor o del Rondó brillante de Aguado. No me cabe duda de que Antonio Duro hubiera sido aquella noche parisina Le troisième ami.

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