Crítica de Teatro

El amor es cosa de lunáticos

Un cuento sobre el amor. Un cuento sobre el sexo. Un cuento sobre nuestros miedos. Y todo en clave de comedia con momentos muy locos que son lo mejor de esta propuesta escrita por los actores Gina Escánez y Nacho Bravo y dirigida por otro intérprete, el gran Juanfra Juárez. Retrato especular sobre las realidades surgidas gracias a las nuevas tecnologías y, sobre todo, a las aplicaciones de nuestros teléfonos móviles, tan inteligentes ellos.

Piedra es el nick de nuestra protagonista que hundida como la heroína de Jean Cocteau en La voz humana se desespera ante el abandono de su pareja en un enorme puff donde se ahoga en su pena hasta que un hada madrina encarnada en una maravillosa travesti la saca de su postración y le monta un perfil en internet para conseguir sexo exprés.

Poética por momentos, disparatada en otros, la puesta en escena de Juanfra Juárez apunta a volar alto y lo consigue en algunas escenas que, sin embargo, se ven lastradas por otras en las que el texto cae en cierto conformismo y regodeo que rebaja las expectativas que se crearon en la primera parte. Falta seguridad. Es evidente que estamos ante una producción mediana pero sin lugar a dudas se ha aprovechado cada euro invertido: la escenografía resuelve con sabiduría, el vestuario, profuso, trabajado, y lleno de imaginación (salvo esa madre sacada de La Cubana) es magnífico. Hay muchos aciertos en Súbeme a la habitación volando y pienso que con limpiarla de momentos facilones, la obra ganará. El éxito de público está garantizado.

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