Cultura

Los apuntes de un cazador

  • El sevillano José Riqueni presenta en Espuela de Plata 'Días de caza menor', una obra que ahonda en el respeto por la naturaleza de los amantes de la cinegética.

"La caza en solitario calma las ansias de libertad que subyacen en el corazón del hombre". La cita de Miguel Delibes -el cazador escritor, como se hacía llamar- sirve de epílogo a Días de caza menor, publicación del sello Espuela de Plata que el sevillano José Riqueni Barrios presentó estos días en la Feria del Libro de Sevilla. Con la humildad de quien se acerca por primera vez al terreno editorial, el autor, profesor de primaria y habitual colaborador de diversas publicaciones cinegéticas, ahonda en su memoria para rescatar episodios vividos, hábitos heredados por vía oral -es hijo y nieto de cazadores- y trazar en las páginas de esta obra, a medio camino entre el ensayo y el diario personal, la pasión, el amor incluso de quien define al cazador moderno como "ecologista convencido". Es la caza menor, aquella que se lleva a cabo sobre especies como el conejo, la liebre, la codorniz, tórtolas y palomas, la perdiz roja o el faisán, uno de los deportes al aire libre más populares hoy día que se constata en la multiplicación de licencias de cazas expedidas en los últimos años.

No busca con este libro, asegura Riqueni, el alegato que destierre la imagen trasnochada del cazador, acaso aquella desafiante ligada a señoritos y vasallos -que describió Delibes en Los santos inocentes, y que con los años llevaría a la pantalla magistralmente Mario Camus-, la intención es, sencillamente, "presentar la caza menor de un modo directo, sin artificios, describiendo sus ambientes y entresijos, mostrando todo su sabor". El "cazador moderno", sostiene, "por extraño que pueda parecer de entrada, es un ecologista convencido e instruido por su experiencia y por su conocimiento del campo y las especies. Es el primer interesado en conservar el medio ambiente para seguir practicando la caza".

El libro, subtitulado Vida y caza de la liebre. Tertulias cinegéticas y añoranzas, supone una lectura deliciosa para el cazador aficionado, pero también un acercamiento sencillo y sin pretensiones a la tarea primera en la historia del hombre. Escribe Riqueni en su libro, "cazando, el hombre urbano, se transforma en aquel que inició su especie, regresa al seno de la madre naturaleza, pasa a sentirse intimidado por la infinitud de la llanura y observa, reconoce y sigue las pistas e indicios de los animales que va a cazar, planteándoles una lucha lo más pareja posible, un cuerpo a cuerpo entre el hombre de ciudad y la criatura silvestre en su hábitat".

Es la vía familiar el modo "más común" de llegar a este deporte, "pero no la única", indica. En su caso, "acompañaba a mi padre de morralero", en un tiempo en el que "el olor a guiso de caza era habitual en mi casa y en el barrio", Triana, que olía a "liebre con arroz, puchero de paloma tordaz, codornices en salsa, conejo al ajillo, zorzales fritos". Hoy comparte esas experiencias de campo con una serie de camaradas que tienen su protagonismo en las tertulias que completan el libro. Las charlas con Manolito Sousa, Paco El Garzo y Pepe El Cartero describen no sólo el ambiente en que se desarrollan estas jornadas que empiezan al alba, sino la profunda conciencia de los cazadores en la práctica de su pasión. A este aspecto, precisamente dedica Riqueni un capítulo que trata un tema complejo como es la ética y moral en la caza, al que sigue un anexo pormenorizado de páginas web sobre caza y naturaleza, además de un repaso por esos refranes añejos "que constituyen una riqueza viva del lenguaje y son piezas esenciales de la literatura cinegética, una literatura que ha tenido y tiene un sitio propio en la lengua española".

Y es aquí donde el nombre de Miguel Delibes (Valladolid 1920-2010) y su obra -de Las ratas, a El Camino, de Diario de un cazador a El disputado voto del señor Cayo- se erige como el gran referente "no sólo para los cazadores o escritores de caza, sino para cualquier persona que ame la naturaleza". Del legado del autor de La sombra del ciprés es alargada, Riqueni destaca "su compromiso directo y claro hacia la que era su pasión, la caza, la de la perdiz roja y su insistente ejemplo de cazar de la manera más deportiva posible buscando siempre la calidad del lance, no la cantidad". Maneras pacientes de antaño para el hombre moderno.

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