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Crítica de Música

Cuatro arcos movidos por una mano

Los cuatro jóvenes miembros del Cuarteto Van Kuijk son instrumentistas fabulosos, pero eso no es lo más importante. Lo que deslumbró en su actuación sevillana de ayer fue su capacidad para decir la música juntos, para fundir su fraseo en un impulso único, que parece controlado por una sola mano.

Cada compás pareció trabajado por separado, hasta ese nivel llegó la capacidad de matizar el sonido, pero a la vez todo resultó natural y fluido, como encuadrado en una gran frase, que se encargaron de perfilar de forma magistral por los extremos y de llenar con voces medias claras y perfectamente equilibradas.

Separados por cinco años, los cuartetos de Mendelssohn (1837) y Schumann (1842) del programa representan dos estilos de entender las nuevas maneras románticas embutidas en formas clásicas. El Van Kuijk lo dijo todo en un tono intenso, exaltado, aunque fue capaz de hallar detalles aquí y allá para marcar encuentros (los Scherzos están claramente emparentados) y distancias: una cierta apacibilidad muy biedermeier en el Andante de la obra mendelssohniana, cerrada con una brillantez casi operística; un dramatismo en el Adagio de Schumann compatible con la claridad de un contrapunto que parece señalar a Bach.

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