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Antonio Hernández. Escritor

"He tenido bastante más continuidad como poeta que como novelista"

  • El autor, que el 8 de septiembre abrirá la Bienal de Flamenco de Sevilla con su pregón literario, rinde homenaje a 'La isla del tesoro' de Stevenson en su nueva novela, 'El tesoro de Juan Morales'.

El tesoro de Juan Morales es el título de la nueva novela de Antonio Hernández (Arcos, 1943), editada por Carpe Noctem, con la que ganó el premio Ciudad de Torremolinos. Novela diáfana, con historias dentro de otras historias y personajes definidos con precisión, incluye un homenaje particular a La isla del tesoro y general a la novela de aventuras. Viajero incansable de la poesía a la prosa, el autor recogió a principios de mes, de manos del Rey, el Premio Nacional de Poesía conseguido con su Nueva York después de muerto, premiado también con el galardón de la Crítica. El 8 de septiembre en Sevilla será el encargado de dar el pregón de la Bienal de Flamenco.

-¿Por qué ese tributo a La isla del tesoro? ¿Hay alguna deuda pendiente con el Antonio Hernández primer lector?

-Sí, en efecto, La isla del tesoro siempre es una referencia para los que tenemos ya un recorrido digamos que extenso, es una de mis primeras lecturas junto a autores parecidos, como Daniel Defoe o Salgari. La isla del tesoro es el libro ideal para comenzar una navegación y lograr llegar a puerto. Y para llegar a puerto hay que recurrir a los pleamares y los bajamares pasados. Sobre todo, era el punto de partida. Me da la impresión de que es una novela que la puede leer también la gente que se inicia.

-¿Quiere ser entonces El tesoro de Juan Morales, también, una novela iniciática?

-Sí, una novela de formación, una novela de iniciación porque está narrada en primera persona, y es una novela que, me parece, tiene un trasfondo incluso moral que sigue la pauta de lo que suele ser la novela moderna a raíz del Quijote, que es la pauta de la paradoja. La paradoja, la dicotomía, el enfrentamiento como consecuencia de la condición humana que en sí es adversa de sí mismo.

-Y la toma de decisiones con la codicia por medio, la ambición por el tesoro; con una historia de amistad como trasfondo.

-Sí, sí, sí, eso tiene un paralelo no sólo en que lo busca Juan Morales, sino también en el abuelo, el dueño de la fonda, que tiene una ambición tan extremada que llega a costarle la salud y quién sabe si también la vida. Y es ese contraste que hay entre ese tipo de carácter de ser ambicioso, codicioso, pero al mismo tiempo también temeroso de que todo le pueda pasa factura en cosas abstractas como puede ser la bendición del cielo.

-¿Por qué se traslada la trama de la novela al siglo XX y por qué a Arcos, con personajes tan reconocibles como el propio John Silver?

-Exactamente, ya que hablamos de John Silver, con la pata de palo y la muleta, y la muleta es la palanca de la memoria, la que hace que unos personajes aproximados a los que yo presento en la novela muestren una serie de condiciones que van desde lo positivo a lo negativo y viceversa. Es esa contradicción que late en el hombre y de la cual parece que es prácticamente imposible zafarse, en Arcos e incluso dentro de mi familia, que es en realidad lo que vengo a retratar en dos de sus personajes. En la familia hay ese tipo de condición que naturalmente está refrenada y compensada por una generosidad en los momentos precisos. En realidad, como en toda literatura, se puede decir que es caricatura de la realidad, y la imaginación del autor pone mucho ahí. Los personajes tienen poco que ver con la superficie, pero sí con la raíz de los personajes reales en los que el autor se ha inspirado.

-Hay entonces una parte autobiográfica en la novela.

-Sí, sí, hay una parte biográfica, qué duda cabe. Aunque, insisto, en algunas ocasiones me veo retratado ahí pero en otras ocasiones el que retrata soy yo [ríe], procuro por todos los medios que no se me vea demasiado, la sombra nada más. Recurrimos a lo que decía Pessoa: "El poeta es un fingidor; miente tan sinceramente que llega a creer que es el dolor el dolor que de veras siente".

-¿No pensaba en la clase política española cuando puso los nombres de algunos personajes, como Yonohesido y Pedroencueros?

-Me he dado cuenta de eso después, de que alguien se pueda dar por aludido. Pero al hacer una traslación de lo local a lo universal, que sería el panorama político español, queda ya un tanto ensombrecida, aunque qué duda cabe de que te vas al Congreso y encuentras a los dobles de esos personajes [ríe]. Aunque hay algunos que se nos escapan, que no sé con quien compararlos del Congreso, como el almirante de la Base norteamericana de Rota...

-Me ha llamado la atención la referencia a Pemán tras el hilarante episodio del pregón blasfemo al Nazareno: se cita al Pemán mediador ante las autoridades y al Pemán que viaja políticamente hasta acercarse a Don Juan. Ahí no hay ninguna careta.

-No, no hay ninguna careta. Puede haberla en el personaje de Julio Mariscal, el poeta, aunque está muy modificado porque nada de eso, del pregón, fue cierto. Eso no, pero sí lo fue la venganza que debió tomar Julio Mariscal con respecto al trato que ciertas personas de la sociedad de la época le dio. En el caso de Pemán es otra historia porque Pemán, en efecto, fue falangista de la primera o la segunda hora, pero después, creo, intentó por todos los medios recomponer la figura y aparecer como una persona liberal, una persona comprensiva, colaboradora del régimen pero de una manera discreta, distanciada que, al mismo tiempo, compensaba con ayuda a las causas perdidas o semiperdidas como podía ser el caso de algunos escritores a los que ayudó Pemán. Eso no lo hace un fascista, o al menos no lo hace un fascista pasado el tiempo y convertido ya en una persona democrática. En efecto, Pemán fue presidente del consejo privado de Don Juan, del que fueron tantas personalidades de la vida española, como por ejemplo Sáinz del Río, Laín Entralgo o mi admiradísimo poeta y maestro Luis Rosales. Eran personas que participaron de la primera hora de la Falange, pero que en vista de cómo fue transcurriendo la vida política española, absolutamente dirigida por el señor del Pardo, decidieron que tenían que hacer una oposición velada, si se quiere, pero oposición.

-El año pasado, en la presentación del homenaje que le dedicó la Universidad, se quejaba por así decirlo de ser conocido como poeta cuando ya tenía ocho novelas en las librerías. ¿Le enfadaría si ahora algún periódico titulara: "El poeta Antonio Hernández vuelve con una novela"?

-No, en absoluto [ríe], lo puede poner perfectamente. Yo ya creo que soy poeta. Además, el reconocimiento de mi obra, fundamentalmente, es como poeta. Me refiero al reconocimiento oficial, el premio de la Crítica dos veces, el Nacional de Poesía... Está claro que me los han dado como poeta. En fin, he tenido bastante más continuidad como poeta que como novelista, pero es cierto que están ahí las ocho novelas, algunas de las cuales han tenido una crítica espléndida, y que incluso alguien, no sé si lo ha dicho para molestar, ha proclamado que soy mejor novelista que poeta [ríe]. Siempre seré el poeta Antonio Hernández. En este país es muy difícil que te acepten como actor de dos cosas: se puede ser novelista, pero no novelista y poeta.

-Ha presentado este libro en diversas ferias del país, incluidas las de Cádiz y Madrid. ¿Son necesarias las ferias, cómo las vive?

-Yo creo que la feria es un negocio y, por tanto, eso repercute en la proyección del autor de la obra. Este año di el pregón de la Feria del Libro de Extremadura, en Trujillo, y vi mucho ambiente y gente que normalmente no se acerca a las librerías y que sí acude a la feria. Esa es la experiencia que yo tengo. A mí me daba mucho miedo la Feria del Libro de Madrid, porque además de firmar esta novela acudía también con otro libro de poemas, Viento variable, que quería que saliera para el otoño para que no pisara a la novela, pero que se ha retrasado tras el éxito, y no lo digo yo, de Nueva York después de muerto. Ya me pasó con Sangre fría, que fue premio de novela BBVA, y el mismo día que salió ese libro se publicó La leyenda de Géminis, y el poder de convocatoria de prensa fue enorme para Sangre fría y se comió La leyenda de Géminis, que por cierto voy a reeditar porque es una espina que tengo clavada.

-Usted es un gran aficionado al fútbol y tiene libros sobre el Betis y el Cádiz...

-Como hincha lo he pasado muy mal con mi Betis y lo he pasado mal con el Cádiz. Como verá, soy muy amigo de las causas perdidas. La compensación del premio Ciudad de Torremolinos, donde me ha caído una buena cantidad de euritos, yo creo que me lo merecía [ríe] después del sufrimiento del año. Ya no sé si me interesa el fútbol o el Betis, empieza a ser una enfermedad y una obsesión. El día que vi que no bajaba me tranquilicé, y la Liga ya sin interés.

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