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La 'canonización' de Chaves Nogales

  • La segunda edición de 'Letras en Sevilla' reúne a Pérez-Reverte, Trapiello, Eslava Galán y Díaz Yanes para analizar la obra del periodista, considerado ya como una de las grandes voces del XX

Eslava Galán, ayer en la presentación del ciclo en la Fundación Cajasol.

Eslava Galán, ayer en la presentación del ciclo en la Fundación Cajasol. / belén vargas

No es Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) uno más entre los periodistas que arrastró el torbellino sangriento de la Guerra Civil. Hace varios años ya que él se ganó un sitio en la historia del periodismo y más allá. La labor de investigación de María Isabel Cintas y la incesante publicación de su obra -Libros del Asteroide, Almuzara, Renacimiento...- lo han instalado definitivamente entre nosotros como un maestro, como un cronista, como un reportero, como un asombro. En definitiva, como un tipo de condición feroz que siempre estuvo tan cerca de lo que quería contar como para darle sentido a la realidad en apenas un folio.

Porque, como pocos, él le dio forma con el idioma al presente. Sin añadirle plomo ni fusil. Sencillamente con lo que se dejaba coger, con lo que se le ponía delante de los ojos. Participó de todo aquello que su tiempo generó: desde el bostezo de las primeras redacciones al tronar de las guerras; de los vértigos políticos al enigma de lo humano... Fue Chaves Nogales un hombre de biografía apasionante cuya onda expansiva será de nuevo revisada el lunes y el martes de la semana próxima en la segunda edición del ciclo Letras en Sevilla, organizado por la Fundación Cajasol y coordinadas por Arturo Pérez-Reverte y Jesús Vigorra.

Este Chaves Nogales, una tragedia española se suma así a una amplia artillería de actividades que han reivindicado al escritor (sí, escritor) sevillano en la última década. Ahí están, por ejemplo, las jornadas promovidas por la Facultad de Comunicación en 2007 (El periodista comprometido) o la programación especial que ya le dedicó la Feria del Libro de Sevilla en 2012, con las conferencias Manuel Chaves Nogales. Del olvido al mito. Claro que la propuesta de Letras en Sevilla llega cuando se ha exhumado -salvo sorpresa- toda su obra de las hemerotecas y otras covachas similares y es amplio el rastro de sus libros, limitado por demasiado tiempo a los cuentos de A sangre y fuego y a la biografía novelada del torero Juan Belmonte.

Y, además, la propuesta lo hace con una tropa de enorme tirón popular a juzgar por la cola convocada ayer a las puertas de la Fundación Cajasol para lograr una plaza. Así, acompañarán a Pérez-Reverte y Vigorra, entre otros, el cineasta Agustín Díaz Yanes, el escritor Andrés Trapiello, el periodista Marco Cicala y el novelista Juan Eslava Galán. El autor de En busca del unicornio o Señorita recalcó, en el acto de presentación, que "todo lo de Chaves Nogales, aunque escrito hace décadas, parece que está redactado ahora", como demuestran sus crónicas sobre Cataluña. También estará su nieto, Antony Jones Chaves, quien valoró la iniciativa como "un acto de justicia".

En este sentido, Chaves Nogales vivió tres guerras (las dos mundiales y la civil española). Y a todas les puso folio. Y cuentan que, mientras caían las bombas, no se levantaba de la máquina hasta rematar la crónica. Detectó pronto el fracaso feroz de la revolución bolchevique, tras un viaje a la Unión Soviética en 1928. Percibió las bondades y las traiciones de la República. Anunció la posibilidad del nazismo antes de que éste tomara nombre, cuerpo y trauma. "Tuvo un instinto enorme para asimilar lo que sucedía a su alrededor. Hizo un periodismo de calle mezclándose con príncipes y labradores. Tenía el olfato de saber por dónde iban las cosas", ha explicado certeramente María Isabel Cintas, autora también de su biografía, quien se encargará de la apertura.

Esa navegación de hombre con pensamiento propio le hizo estar en la diana de unos y otros. Era un demócrata, un defensor del parlamentarismo: enemigo de la falange brava y de la izquierda furibunda. O sea, de cualquier principio totalitario. Un outsider que también cruzó Europa en avión en 1928, con el pecho alicatado de periódicos para el frío. Un masón que no ejerció. Amigo de Valle-Inclán, Baroja y Unamuno... Un tipo al que Franco odiaba hasta forzar su exilio en 1936. Primero a París. Después a Londres, donde pasó los últimos cuatro años de su vida en la Atlantic Pacific Press Agency, en Fleet Street, que luego llevaría su nombre.

En ese abundante caudal que es su escritura hay, sin embargo, un hito. Se trata del prólogo a los relatos de A sangre y fuego. El texto, que el actor Juan Echanove leerá a modo de cierre en las jornadas de la Fundación Cajasol, lo posicionó y lo estigmatizó para ambos bandos: "Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba -escribió-. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes...".

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