Cultura

Lo cotidiano como mal

  • 'Estrictamente bipolar'. Darian Leader. Trad. María Tabuyo y Agustín López. Sexto Piso. Madrid, 2015. 104 págs. 17 euros.

El lector curioso de estos asuntos recordará el ensayo de Karl Jaspers, Genio artístico y locura, donde el psiquiatra alemán vinculaba expresamente los males anímicos y el espíritu de cada época. Es decir, que lejos de diagnosticar en abstracto, Jaspers relacionaba las afecciones psicológicas con los condicionantes históricos. Así, la histeria habría sido el mal del siglo XVI (Lutero, los místicos, la suntuosa agitación pictórica de El Greco); en tanto que la esquizofrenia era el mal propio de la gran urbe, fruto de su nueva soledad y de la estrecha cercanía del yo, a veces indeseada, que trae el XIX. Esta es, en buena medida, la tesis que sostiene Leader respecto de la afección bipolar. No obstante, el fondo de su postulado es, si se quiere, contrario al historicismo de Jaspers. En última instancia, lo que sostiene Leader no es una variación temporal de las enfermedades; sino una mera modificación, sujeta a diversos intereses, de su diagnóstico.

Digamos que la tesis de Leader es que la creciente diagnosis de bipolaridad responde más a criterios farmacéuticos, y a un análisis compartimentado de un fenómeno unitario, que a la propia evolución de las dolencias del hombre contemporáneo. Lo que sí ha traído la posmodernidad, y Leader lo razona con sencillez y rigor, es un cambio extraordinario en lo que consideramos enfermedad: tanto la violenta necesidad de comunicación del maníaco-depresivo, como la ambición desmesurada, irreal, que caracteriza su etapa eufórica, son hoy, sencillamente, el ideal del consumidor medio. Esto significa que la abrasiva sed de contacto que propician las redes (Twitter, Facebook, whatsapp, etcétera), así como el modelo social del genio resolutivo y visionario, fueron hasta hace unas décadas la señal distintiva de una dolencia -el cuadro maníaco-depresivo-, que hoy se fracciona y se diluye, según Leader, en el concepto de la bipolaridad, fuertemente medicalizada.

Hoy sabemos, en todo caso, que la esquizofrenia no fue un mal originario del XIX, y que Jaspers erraba, probablemente, en su tesis. El problema que plantea Leader es, sin embargo, de otro orden. Se trata de averiguar si vivimos en un mundo maníaco-depresivo, y si desde esa vertiginosa atalaya sabremos diagnosticar -bipolares al cabo- nuestros propios males.

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