Crítica de Danza

El 'dancing man' y sus muchos amigos

Con el público de pie alrededor de una pequeña isla donde Juan Luis Matilla ha reunido su pequeño arsenal musical -un sintetizador, una caja de ritmos y varios micrófonos- se desarrolla Da mopa, un concierto danzado en el que el ecléctico bailarín continúa el camino emprendido en esta misma sala, en 2012, con su espectáculo Sad Dance Therapy.

Amante de la música, y más aún de la experimentación, Matilla asume en este curioso y dinámico concierto todos los papeles: compone la música, la interpreta en escena, canta, le habla al público y, lo mejor de todo, baila un número tras otro dejando buena prueba de sus extraordinarias dotes de bailarín. De este modo, transitando por estilos musicales tan diferentes como el house, el techno o la cumbia electrónica, va transcurriendo un trabajo amable para cuyo enriquecimiento -y también para aliviarse, por qué no admitirlo- el artista aprovecha la presencia de numerosos amigos y los invita de cuando en cuando a versionar alguna de las canciones.

Entre los improvisados cantantes (con temas como Forever Young o Enola Gay), estuvieron anoche las bailarinas Raquel Madrid, María Martínez Cabeza de Vaca y Teresa Navarrete, además de su pareja y del dramaturgo Alberto Cortés.

Una estructura abierta que podrá ir perfeccionando y adaptando a nuevos lugares y a nuevas y tal vez mejores voces.

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