Cultura

El despertar de la cultura africana

  • El coreógrafo Serge Aimé Coulibaly presenta este fin de semana en Sevilla su trabajo 'Kalakuta Republik', una pieza inspirada en la mítica figura del inventor del 'afrobeat', Fela Kuti

Ignorado, castigado, codiciado y explotado durante décadas por la riqueza de su subsuelo, en medio de una miseria absolutamente vergonzosa para el planeta, el continente africano está encontrando en la cultura instrumentos esenciales para llevar a cabo esa transformación que tanto necesita. Una cultura que, segura de sus raíces, en lugar de atrincherarse en el limitado campo de sus etnias y sus numerosas lenguas, está saliendo al ruedo sin fronteras del arte, provocando mestizajes tan enriquecedores como el que propone el bailarín y coreógrafo belga-burkinés Serge Aimé Coulibaly.

Este creador de 45 años, que se define a sí mismo como "un militante de la danza, de África y de los derechos humanos", disfruta, junto a su compañía Faso Danse Théâtre, construyendo puentes que unen a su país Burkina Faso (donde ha creado un proyecto de investigación artística en Bobo Dioulasso, su pueblo natal) con Europa, donde ha formado parte, entre otros, de los espectáculos Wolf (2003) y C(h)oeurs (la pieza dancístico-musical que en 2012 fascinó y escandalizó en igual medida al público del madrileño Teatro Real, responsable del encargo) del creador belga Alain Platel, o con Australia, adonde se dirige a menudo para trabajar con bailarines aborígenes y acercarlos a la danza contemporánea.

Al igual que con el lenguaje de su época globalizada, el compromiso social y político con su país ha estado siempre en el corazón de este artista que, en su anterior espectáculo, Nuit blanche à Ougadugú, vaticinó la insurrección popular que acaecería muy poco después en esa localidad y que desembocaría en el violento golpe de estado que, en octubre de 2014, derrocó al dictador Blaise Compaoré, en el poder desde 1987. Para dicho espectáculo Coulibaly contó con el valiente rapero y poeta Slama Smokey (fundador del movimiento Balai citoyen), uno de los mayores agitadores sociales en la lucha contra el corrupto dirigente.

Pero su compromiso no terminó ahí. Ese deseo de plasmar la resistencia y el ansia de cambio de la juventud africana ha impulsado a Coulibaly a afrontar esta nueva pieza, centrada en la figura de uno de los personajes más polémicos y contestatarios de la historia africana: la del músico multiinstrumentista y visionario nigeriano Fela Anikulapo Kuti (1938-1997), un artista único que se convirtió en el símbolo de toda una generación con su música afrobeat, ejemplo claro de mestizaje entre la música africana, el jazz y el funk, o lo que es lo mismo, entre África y Occidente.

Hijo de una activista del feminismo y del movimiento anticolonialista (que murió al arrojarse por una ventana cuando un millar de policías asaltó la "Republik" por orden de la dictadura militar), Kuti fundó en Londres una primera banda, Koola Lobitos, que en 1969 se llevó a EEUU, donde descubrió al movimiento Black Power (Poder negro) y al Partido de las Panteras Negras, cuya influencia lo llevó a un activismo político que acabó con su deportación y su regreso a Nigeria.

Su vida, realmente dantesca -entre otras cosas, se casó con 27 mujeres en un solo día y se postuló en dos ocasiones para la presidencia de su país-, y sus reiteradas estancias en la cárcel no le impidieron expresar su pensamiento político de una manera festiva, utilizando el escenario como la mejor de las tribunas y haciendo que el mundo entero cantara las canciones de sus 77 discos, entre ellos el celebérrimo Zombie (1976), o el polémico Bestias sin nación (1989), en el que atacaba duramente a Margaret Tatcher, Ronald Reagan y al gobierno militar de Nigeria.

Kuti creó en su país una productora musical, una cooperativa llamada Kalakuta Republik, que pronto se convirtió en un lugar de reunión para músicos y activistas de todo tipo. Un espacio de libertad que ha sido, sin duda, la principal fuente de inspiración para el trabajo de Coulibaly. El coreógrafo burkinés, interesado sobre todo en abrir las conciencias a una diversidad cada vez más rica pero que, paradójicamente, cada vez asusta más al conjunto de la sociedad, no puede dejar de interrogarse en su trabajo sobre el papel del artista en esa sociedad que se transforma tecnológicamente a una velocidad de vértigo sin resolver ninguno de sus problemas humanos.

Sin embargo, a pesar de su título, Kalakuta Republik no es una biografía de Fela Kuti ni un espectáculo basado en sus exitosas canciones, sino un pretexto para evocar un desgarrador fresco del mundo actual, con sus guerras, sus miles de refugiados y su proliferar de revueltas que no logran construir un "día después" más justo. Al mismo tiempo y, sobre todo, la pieza crea un espacio donde la reflexión política se expresa mediante una danza contemporánea completamente nueva en la que se mezcla el repertorio tradicional africano con el jazz y con el mundo de luces artificiales de los clubs nocturnos donde solía actuar el músico nigeriano. Un espectáculo lleno de contrastes que el coreógrafo ha dividido en dos partes: una primera donde el vestuario y la escenografía son en blanco y negro, como esas imágenes de tantos pueblos destruidos por los bombardeos, y una segunda parte llena de color y de música brillante que evoca el bar donde Fela, además de tocar, hablaba de cambiar el mundo.

En la pieza, el propio Serge Aimé Coulibaly interpreta el papel de narrador (tal vez también a Kuti), mientras los cuerpos repletos de energía creativa de los otros seis bailarines, de origen burkinés y camerunés a excepción de la artista blanca Marion Aizieu, expresan su propio compromiso personal y artístico y se convierten en el símbolo del irrefrenable deseo de libertad de África.

El espectáculo, estrenado el pasado año, se presenta con carácter de estreno en España en el Teatro Central de Sevilla este viernes y sábado y luego viajará hasta Granada, donde llevará a cabo una única función en el Teatro Alhambra el próximo miércoles 11 de abril.

Dos de los expresivos dúos de la pieza, creada por el belga-burkinés para siete bailarines.

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