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Cultura

Sobre la dignidad del territorio

  • El Casino de la Exposición explora el interés de Dionisio González en una arquitectura comprometida con lo humano 'Around' exhibe numerosas piezas en gran formato

La concesión de galardones a su obra, como el recientemente obtenido Arendt Award de Luxemburgo, o la inclusión de sus trabajos en prestigiosas publicaciones internacionales, la última de ellas el volumen de la editorial Phaidon Shooting Space: Architecture and Photography, prueban la envidiable posición que Dionisio González (Gijón, 1965) ha logrado en la escena artística internacional. Este autor cuyas creaciones son solicitadas por galerías y museos de todo el mundo y forman parte de algunas de las colecciones extranjeras más destacadas recibe ahora la atención de Sevilla, la ciudad en la que reside y en cuya Universidad trabaja como profesor de Bellas Artes. El Casino de la Exposición acoge hasta el 15 de junio Around, una producción del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) en colaboración con la Comunidad de Madrid -allí se verá, con formatos más reducidos, en septiembre en la sala Canal de Isabel II- que supone la muestra más completa que se le dedica en España a este humanista que se sirve del diálogo entre la arquitectura y la fotografía para proponer soluciones que apunten a un mundo más habitable.

Around, que exhibe 30 fotografías, la mayoría de ellas de gran formato, y cuatro videocreaciones, recorre la producción artística de González en la última década, dirigiendo el foco hacia esa investigación que el creador ha emprendido sobre los modos de vivir la ciudad, esa exploración de los vínculos entre el ser humano y el medio que ha llevado al especialista a los escenarios más variopintos, desde las favelas de Sao Paulo a la bahía de Halong en Vietnam, de la decadencia de La Habana hasta la naturaleza privilegiada y amenazante de Dauphin Island, en la desembocadura del río Mississipi. El hecho de que la exposición se centre en las diferentes propuestas que González hace con estos espacios como punto de partida -imaginativas construcciones que podrían parecer intervenciones caprichosas, pero que son proyectos viables y rigurosos- motiva que el comisario de la muestra, Sema D'Acosta, no quiera concluir que es una antológica del autor pese a la magnitud de los contenidos que se recogen. "No hemos querido llamarla así porque hemos dejado fuera otras series que ha realizado Dionisio, y nuestra mirada se centra en sus trabajos focalizados en la arquitectura, en su interés por las formas de habitar en todo el mundo y que ya estaba, por ejemplo, en una serie como Rooms, que analizaba los códigos y la convivencia en una comunidad virtual", explica el crítico, que ha escrito los textos de un catálogo que aparecerá en los próximos días.

González, por su parte, ve así el hilo conductor que surca las distintas series que engloba Around: "Quizás pueda decir que he trabajado sobre arquitecturas que están en clara precariedad y en disposición para ser eliminadas. Lo que he pretendido es dar propuestas que dignifiquen el territorio, que sean sostenibles, que fundamentalmente estén atentas a las necesidades de los moradores". Esa precariedad que afrontan los diversos espacios se debe siempre a diferentes motivos: en Halong las presiones de la industria pesquera, el cambio climático y los turistas pueden dañar de manera irreversible unos parajes paradisíacos declarados Patrimonio de la Humanidad, donde se elevan preciosas cabañas flotantes; en La Habana, "en una especie de poética de la extinción", las fachadas en ruinas "son como escaparates tras los que se esconden catorce familias concentradas en una sola vivienda".

De los diferentes lugares en los que ha recalado un trotamundos como González es posiblemente Sao Paulo uno de los espacios que más le condicionó para perseguir una arquitectura concebida para el individuo y no para satisfacer al poder. El Proyecto Cingapura, "un plan mesiánico aprobado por la Unesco y la municipalidad de Sao Paulo" que se había ideado como alternativa a las favelas, había fracasado, y González descubrió que "todo sucedía porque nadie había consultado a los moradores cuáles eran sus necesidades reales, lo que realmente necesitaban", argumenta el artista, que sostiene que "no puedes echar abajo unas viviendas y no ofrecer nada a cambio, cuando hay favelas que tienen 150 años y que han visto nacer a varias generaciones: ésa es la forma de vida de mucha gente".

Convencido de que "cada vez se tiene más miedo al que no tiene los mismos medios o pertenece a otras clases" y "está en las manos de arquitectos y los urbanistas erradicar eso", la solución de González pasaba por buscar la visibilidad de los excluidos. "Como decía Zygmunt Bauman, analizamos la pobreza como un destino, y en el momento en que algo lleva sobre sí ese concepto esa composición se mantiene para siempre. Como ocurre con los hábitos carcelarios, no se piensa tanto en la rehabilitación como en la separación del individuo penalizado para que no vuelva a incorporarse a la sociedad. Pero no podemos pensar en esta gente como algo extraño, porque hay dos mil millones viviendo en barracas en el mundo".

No se le pueden negar a las soberbias, inesperadas, construcciones que integra González en sus fotografías una capacidad para subyugar al espectador, pero igualmente cautivadoras son las geografías que el autor visita. Una de las zonas más impactantes a las que ha procurado intervenciones es la de Dauphin Island, una larga lengua de tierra cuyas viviendas han sido una y otra vez arrasadas por los huracanes. Una imagen de los destrozos provocados por el Katrina fue la que inquietó a González, a quien intrigaba la sucesión de episodios dramáticos de una tierra "abonada a la adversidad, que en sus inicios se llamaba Isla Massacre porque los franceses encontraron centenares de esqueletos a su llegada"; también le despertaba curiosidad la costumbre de hacer construcciones en madera en un entorno tan habituado a las catástrofes naturales. Sopesó así que "la única arquitectura viable tendría que ser sobre hormigón o ladrillo, una arquitectura que se defendiera de una ofensiva que en este caso no era militar, sino de la propia naturaleza", y generó "diseños sinuosos en hormigón, que fueran sostenibles, que fueran miradores tanto a la bahía del Mississipi como al Golfo de México, que tuvieran una similitud con lo que existía ya, una arquitectura que provocaba cierta impresión de fantasmagoría", cuenta González, que en su próxima serie recuperará proyectos inéditos de Le Corbusier y reflexiona sobre cómo "la arquitectura está vinculada siempre a la destrucción". Unos días después de su regreso a España de Dauphin Island, el artista comprendió que su obra podía ayudar incluso antes de que llevara a cabo la intervención. "Recibí un correo de los habitantes de la isla. Me pedían que les enviase fotos, dado que había pasado por allí una tormenta de verano que había arrasado las viviendas y la propia conformación de la arena. Querían mandarlo a una institución especializada en fenómenos atmosféricos. Fue interesante: antes de que yo diera a esas imágenes un uso concreto estaban sirviendo para la propia rehabilitación del territorio. Me dio cierta sensación de que las fotos ya tenían un valor conceptual: archivaron un momento antes del desastre".

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