clásica

Un dúo en rojo carmesí

  • El Dúo Cassadó publica en Warner Classics su segundo álbum, que traza un recorrido por obras muy poco habituales de compositores españoles y rusos que vivieron en el siglo XX

Marta Moll de Alba y Damián Martínez Marco forman el Dúo Cassadó.

Marta Moll de Alba y Damián Martínez Marco forman el Dúo Cassadó. / josep molina

Desde el año 2000 llevan el violonchelista valenciano Damián Martínez Marco y la pianista canaria Marta Moll de Alba reivindicando con el nombre de su dúo al gran violonchelista y compositor español Gaspar Cassadó (1897-1966), una reivindicación que Moll de Alba considera necesaria, pues "no se le ha hecho en absoluto justicia". A la sombra siempre de su maestro Pablo Casals, Cassadó sufrió el boicot promovido por el propio Casals cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, lo acusó en una conocida carta enviada al New York Times de colaboración con los regímenes fascistas europeos. "Aquello afectó negativamente a los dos, pero mucho más a Cassadó. Casals estaba muy ligado políticamente a sus ideas y Cassadó, no. Todo aquello fue muy injusto en su momento y no sé si ha tenido mucho que ver o no en que en España a Cassadó aún no se lo reconozca como a Casals o a otros intérpretes o compositores importantes. En algunas salas de concierto aún desconocen la razón del nombre de nuestro dúo", añade. Y luego sigue: "Hay cuestiones que no ayudan a dar a conocer la figura de Cassadó. Su legado está muy repartido. Su archivo está en Tokio, y no es fácil acceder al material. No tiene descendientes directos que hayan podido cuidar de su obra. Hay muchas sin editar. Algunas están en manos privadas, incluso inaccesibles; sabemos quiénes las tienen, pero no quieren darlas a conocer".

En su primer disco para Warner, Rapsodia del Sur, el dúo hizo un homenaje explícito al compositor al grabar un monográfico con su música. "Tuvimos la suerte de poder grabar obras poco conocidas. Y el disco ha funcionado muy bien. Pero es sorprendente que en noviembre pasado estuviéramos en Tokio haciéndole un homenaje que en España aún no se ha hecho". Damián Martínez acaba de grabar también un concierto desconocido del músico catalán: "No está editado. Es una partitura a la que seguí la pista. Hoy está en la Biblioteca Nacional de Cataluña. Acabó en mis manos, y en junio lo grabé junto a la Orquesta de Barcelona con Jordi Bernàcer como director. El disco es un homenaje a Casals, pues saldrá editado junto al Concierto de Glazunov, que el compositor ruso le dedicó. Es otra obra poco conocida, de la que no hay muchas grabaciones. Lo presentaremos en junio de 2018, que será la primera vez que pueda tocar este Concierto de Cassadó en público. Es un pequeño homenaje a la amistad histórica entre estos dos músicos, pilares de la historia del violonchelo".

El legado de Cassadó, sin descendientes directos que cuidaran de su obra, está muy repartido"Para los alumnos es fundamental que su profesor les transmita la vida real de un concertista en activo"

Para su segundo disco, Rojo, el dúo vuelve a programar a Cassadó: han grabado la Saeta, que es un movimiento de su Sonata para violonchelo, junto a un inédito en disco, la Fantasía española de Ernesto Halffter. "No conocíamos esta obra. Nos habló de ella el hijo del propio Halffter, y es extraordinaria. Durante muchos años Cassadó tocó la obra con Halffter al piano, así que tiene toda la lógica del mundo que pongamos a estos dos compositores juntos en el disco". El álbum se completa con música de dos compositores rusos, la Sonata nº1 de Nikolai Miaskovski y cuatro piezas breves del casi desconocido Yuri Shaporin. "La primera vez que oí su música fue con 18 años, en Estados Unidos, a través de una grabación descatalogada del sello Melodya, que en aquel entonces era una rareza", comenta el violonchelista. "Escuché el Valse, justo la primera pieza de nuestro disco, en interpretación de Rostropóvich. Me impresionó muchísimo la belleza y la pasión que destila esta música".

El título de Rojo "tiene que ver precisamente con la idea de la pasión y de lo bello", comenta Marta Moll. "En ruso son palabras que parten de la misma raíz, krasni es rojo y krasivi, bello. La Plaza Roja de Moscú tiene que ver con esta idea de la belleza. Nos pareció una buena idea poner juntas la cultura rusa y la española bajo el concepto de la pasión y de la belleza". Pese al centenario de la Revolución bolchevique y al hecho de que Shaporin estuviera muy integrado en el régimen soviético, mientras Miaskovski sufrió su censura, "no hay ninguna connotación política en el título", añade la pianista, y su compañero concreta: "El artista real está por encima de estas cuestiones políticas. Lo cierto es que son caracteres diferentes, y eso se refleja en su música: la de Shaporin puede ser también muy efusiva por instantes, pero busca mucho la profundidad, es muy sutil con las melodías y el entramado armónico que la sujeta, mientras en Miaskovski hay una euforia más exacerbada, con clímax más explosivos, más adrenalínicos. Pese a ser también audaz, la música de Shaporin no llega a ser tan sumamente extravertida y arrebatada".

Marta y Damián están metidos de lleno en la promoción del álbum ("Lo hemos hecho ya en Barcelona y Madrid, y mañana lo presentamos en San Sebastián"). Ambos consideran que "para abordar una carrera de músico hace falta moverse en todos los campos, de la música de cámara a la solista". También en la docencia, pues ambos son profesores en Musikene y el violonchelista además en la Esmuc. Para la pianista canaria, "el sistema educativo cojea por muchos lados en nuestro país. En Musikene por suerte no tenemos problema en compatibilizar la docencia con los conciertos, porque el centro apuesta por esta fórmula de profesorado, le interesa gente que esté en activo, que tenga una carrera, pero que además se comprometa con las clases, son muy estrictos en esto. Lo que no tiene ningún sentido es ese régimen de incompatibilidades que rige en los conservatorios superiores. Para los alumnos es fundamental que su profesor les transmita la vida real de un concertista, que no tiene nada que ver con acabar tus estudios, ponerte a dar clases y nunca más tocar en público tu instrumento". Martínez Marco ve no sólo en la formación musical, sino en la educación general el problema de público que se aprecia en la música clásica: "Sólo hay que sentarse y escuchar, pero hay que educar para eso". En cualquier caso, no conviene ponerse apocalípticos al respecto: "Si lo miramos globalmente, en absoluto: en Asia nuestros conciertos están siempre llenos de jóvenes y de niños". La esperanza tiene los ojos rasgados.

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