Cultura

Un enclave de libertad y camaradería

  • Carmen Laffón, José Soto y Fernando Zóbel compartieron en la calle Conde Ybarra un estudio formado por tres talleres independientes cuya importancia en sus carreras revisa ahora el Cicus

En el número 23 de la calle Conde Ybarra hubo a finales de los años 60 y principios de los 70 un piso donde compartieron estudio tres pintores esenciales para la historia del arte español: Carmen Laffón, que ocupaba además con Ignacio Vázquez Parladé una vivienda de la planta superior, José Soto y Fernando Zóbel. "Cada uno de nosotros tres tenía un taller independiente y podíamos cerrar la puerta cuando queríamos aislarnos. Compartíamos muchas cosas en el estudio: tiempo de trabajo, discusiones estéticas... y hasta la manía por el orden y la limpieza. Cómo hubiera yo encontrado, por ejemplo, el amarillo Nápoles si lo hubiera dejado todo revuelto". Así recuerda Carmen Laffón, que varias décadas después sigue conservando "impoluto" el caballete donde pintaba Zóbel, esos años de camaradería cuya huella en el arte actual rastrea ahora una exposición en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla.

La muestra, comisariada por el crítico de Diario de Sevilla Juan Bosco Díaz-Urmeneta y el pintor y galerista Pepe Barragán, e inaugurada anoche con la asistencia de numeroso público, surgió como un homenaje a la figura de Pepe Soto, fallecido en el verano de 2016. Pero además de descubrir las claves de su pintura abstracta, Un estudio en la calle Conde Ybarra analiza el clima de libertad que se vivió entre esas paredes y se enriquece con obras antiguas de Zóbel y recientes de Laffón, quien presenta aquí dos cuadros inéditos, uno de los cuales dio por finalizado justamente ayer.

Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984) llegó a principios de los años 60 a España y se enamoró de tres ciudades: Madrid -donde vivió-, Cuenca -en la que inauguró en 1966 el Museo de Arte Abstracto- y Sevilla, adonde acudía con tal frecuencia que quiso tener un estudio para trabajar, hallándolo gracias a Laffón en la calle Conde Ybarra. "Soto, que al principio mantenía aún su taller en una azotea de la calle San Vicente, descubriría gracias a este estudio y a las revistas y comentarios de Zóbel la abstracción neoyorquina, principalmente a Rothko, y comenzó a trabajarla de un modo muy personal. En Laffón, en cambio, esa huella no fue perceptible al principio pero se puede rastrear en los paisajes del Coto de Doñana que comenzó años después", explica Díaz-Urmeneta ante los dos trabajos en témpera y óleo sobre madera titulados La sal "que inician una serie que va a dar muchas alegrías a Laffón. Ambos son dignos sucesores de las vistas del Coto desde las salinas de Bonanza y de la serie de la cal, cuyas gamas de blancos y grises adquieren aquí nueva dimensión".

En 2010, a raíz de una exposición de su obra que organizó Juana de Aizpuru en Madrid, y tras ofrecerle Juan Antonio Álvarez Reyes -director del CAAC- la ocasión de realizar pinturas de gran formato para una retrospectiva de su carrera, Pepe Soto recuperó los pinceles con la misma pasión juvenil que lo animaba en el estudio de Conde Ybarra. Así lo confirman el cuadro Espacio amarillo vertical que pintó en 1972 sobre una puerta, con tanta sencillez como talento, y que se exhibe junto a una de sus últimas creaciones, un óleo sobre papel de 2016 cuyo rojo remite a Rothko y ha cedido una colección particular.

La exposición del Cicus se abre con tres obras en pequeño formato de Zóbel, Soto y Laffón. A continuación, cada uno de ellos protagoniza individualmente una de las tres paredes restantes. Muchas obsesiones compartidas se pueden rastrear en las vitrinas que ocupan el centro de la sala MDD. En ellas se reúnen desde fotografías a bocetos de Zóbel en los que este artista nacido en Filipinas -país donde su obra es muy apreciada ahora por los coleccionistas adinerados- abordó asuntos y personajes decisivos para el arte sevillano en ese tiempo, como la figura del gestor cultural Paco Molina o la sala de máquinas de la imprenta de la calle San Eloy donde pintaba Joaquín Sáenz.

De los cuatro cuadros que Zóbel pintó entre 1966 y 1971 y recoge esta muestra hay dos claramente referidos al estudio de Conde Ybarra: uno de ellos dedicado al juego de té que usaba Laffón, que presta la propia pintora, y otro inspirado en los visillos del estudio, que procede de Cuenca. Contemplando el conjunto, sorprende lo bien que funciona la abstracción de Soto con la obra de Zóbel, atenta a la estructura y el juego de luces pero bastante abstracta también, y con el último cuadro de Laffón, que se cuenta entre los menos figurativos de su producción. Sin pretenderlo, Zóbel había acercado la mejor pintura abstracta norteamericana a una recoleta calle de Sevilla.

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