A veces, por fortuna, las listas de ventas irrumpen con uno de esos ases imprevistos que demuestran que aún queda espacio para la sorpresa, que no todo responde a una cuestión de mercadotecnia y, ocasionalmente, la música también impone sus criterios. Los barceloneses Manel han protagonizado en las últimas semanas uno de esos episodios inusuales: su segundo disco, 10 milles per veure una bona armadura (Warner), conseguía liderar el top ten, algo que no ocurría en España con un álbum en catalán desde hacía 15 años. Una proeza de la que únicamente podían jactarse cantautores como Joan Manuel Serrat y Lluís Llach y que confirmaba que el tirón del grupo -Ells millors professors europeus vendiómás de 35.000 copias- iba a prolongarse. La banda se presentó al público sevillano dentro de la programación del South Pop Festival, en una jornada inaugural que también albergó conciertos de los chilenos Dënver, la francoargentina Mercedes Audras y los españoles Ellos y La Bien Querida.

Por el momento, los componentes de Manel (Guillem Gisbert, voz; Roger Padilla, guitarra; Martí Maymó, bajo; Arnau Vallvé, batería) administran con sabio distanciamiento ser una de las sensaciones del panorama actual. "Nosotros somos los primeros sorprendidos con el éxito", admite Guillem Gisbert, que resta importancia a "eso de estar en la lista de los más vendidos", algo "anecdótico" para el cantante, que defiende que "lo importante es hacer buenas canciones". Una escucha a 10 milles per veure una bona armadura revela que este grupo quiere vivir de espaldas al vértigo: su repertorio despliega un pop-folk que discurre arropado con bonitos arreglos de viento, un sonido reposado que deja en el oyente una felicidad impregnada de melancolía.

Manel prefiere disfrutar de los conciertos, buscar la sintonía con el público, y no disfrazar su oficio bajo la parafernalia de un discurso. Gisbert responde educadamente a las preguntas, pero se nota que no se siente cómodo en las argumentaciones y opina que ellos carecen de autoridad para hacer análisis de envergadura. Por ejemplo, ¿existe ese pop catalán del que habla la crítica, hay algo que lo defina más allá de criterios geográficos o de lengua? "No me siento capaz de analizar algo así, creo que periodistas o gente que lleve más tiempo en esto puede sacar mejores conclusiones. Yo no veo una unidad, ni nada generacional", observa el músico. ¿Está cambiando algo en la escena pop española, que antes parecía estar uniformada por un lenguaje estándar y un acento vallisoletano, y ahora los tiene a ellos cantando en catalán, a Emilio José haciéndolo en gallego y Los Planetas o Pony Bravo, en Andalucía, sin miedo a recurrir a la música popular de su tierra? Gisbert tampoco sabe pronunciarse. "No sé si está habiendo una vuelta a las raíces. Nosotros, por ejemplo, no buscamos el folclore catalán, nos sale de manera natural", expone.

Eso sí, Gisbert no se siente molesto porque fuera de Cataluña se preste tanta atención a la lengua en la que se expresan. "No, en absoluto. Es lógico... En la música popular las letras son importantes, y oír una canción en otro idioma es como si te encontraras con una frontera, como si el tema te estuviese pidiendo más paciencia". Que Manel, autores de canciones de una intensa narratividad, dan prioridad a la palabra se revela hasta en la procedencia del título de su disco: ha sido el mismísimo Shakespeare, un diálogo de Mucho ruido y pocas nueces,quien les ha inspirado. Pero el grupo no quiere que se les vincule con el nombre de una canción que interpretan, el Common People de Pulp. "Un programa, Sputnik, nos encargó una versión. Elegimos dos canciones antes, pero ya las habían cogido otros grupos. Surgió así, no es que queramos reivindicar que somos gente corriente". No hay pose ni artificio: Manel viene al South Pop, ya lo advierte Gisbert, para convencer al público con el hermoso argumento de su música.