arte

Una fantasía playera a todo color

  • El francés Louis Lambert regresa a Delimbo con 'Beach Life', una declaración de amor a su nueva vida junto al mar, que lo ha llevado de la crítica política al costumbrismo vitalista

Dice el artista francés Louis Lambert (Lille, 1978) que si en las grandes ciudades solía pintar "para contar historias o hablar de política", con actitud punk y un subtexto no siempre explícito pero invariablemente crítico, ahora, en su nueva vida junto al mar, mientras disfruta de su reciente paternidad, ha descubierto el placer de vivir a otro ritmo, de pararse a observar su entorno, de extraer un poso trascendental de las experiencias más sencillas y modestas, como ir de su casa al estudio de trabajo para luego deshacer el camino mientras va deteniéndose a saludar a los conocidos que poco a poco han ido introduciéndose en el tejido cotidiano de su vida.

A este cambio en su forma y ámbito de vida -de Madrid, donde vivió muchos años, se trasladó hace un lustro a Tenerife- se debe el origen de Beach Life, la exposición que muestra en Delimbo hasta el 30 de septiembre. Es la tercera que realiza Lambert en la galería sevillana, aunque la primera que firma no como 3TTMan -el hombre de las tres cabezas, en mezcla de francés e inglés, alias que emplea para sus intervenciones en la calle y sus grandes murales urbanos-, sino con su propio nombre. "La exposición es una declaración de intenciones. Él buscaba un punto de inflexión y estas obras señalan el nuevo camino que quiere seguir", explica Seleka, director junto a Laura Calvarro del local de la calle Pérez Galdós.

La pieza que recibe al visitante es un exuberante tapiz de fieltro con colores que estallan hasta casi desbordarse de sus formas de trazo naíf. Viene a ser una síntesis de la iconografía -en la esquina izquierda, un hombre se lía un cigarrillo sobre la toalla; a su lado, junto a una radio y una lata de refresco, una chica se hace un selfie; más allá, un surfero y un niño con su flotador, y arriba, surcando el cielo, un helicóptero de vigilancia costera- en la que se zambulle Lambert. Más adelante, una serie de piezas de cerámica prolonga por otros medios su apasionada fantasía playera -como el plato en el que aparece el propio artista, representado como su álter ego con tres cabezas, surfeando en armonía con la naturaleza junto a una familia de delfines- e irrumpen también elementos que delatan la presencia central de un niño en ese particular paraíso de tierra volcánica: un castillo de arena, una pistola de arena, una bandeja de frutas antropomórficas levantada a pulso por una pandilla de superhéroes...

Más convencionales y -paradójicamente o no- más novedosos en el conjunto de la obra del francés son los cinco lienzos que componen la serie Paisajes. Con ánimo costumbrista, Lambert retrata en ellos, pintando a partir de fotografías, a personas que de un modo u otro forman parte de su vida tinerfeña: la mujer que trabaja en una plantación de plátanos cercana a su estudio; su vecina dándose una ducha después de haber pasado unas horas en la playa; su novia, esperándolo en casa al final de su jornada... Aunque hay también escenas callejeras, como la que protagoniza el malencarado perro cuyos ladridos pautan ya el paseo diario del artista hasta su lugar de trabajo. "Él, que siempre ha sido tan político y tan crítico, aquí tiene una mirada más limpia, más inocente. Hace casi lo mismo que los impresionistas cuando salieron a la naturaleza para pintar al aire libre; él no va con un caballete, pero el impulso de buscar esa forma de belleza es similar", apunta Seleka. No casualmente, la sensualidad, la despreocupación y la dicha que vibra en estos trabajos culmina en una serie de divertidos y "antropológicos" collages con escenas de sexo playero.

Una parte de la exposición sirve también de vínculo con la etapa anterior de Lambert. Si bien hoy es especialmente conocido y reclamado para pintar algún espectacular mural de grandes dimensiones como los que ha realizado en Moscú, Atlanta, Casablanca, Hanoi o las islas Azores, al francés siempre le gustaron las intervenciones urbanas a menor escala, acciones de espíritu casi situacionista como disfrazarse de operario en el centro de Madrid y trabajar sobre pequeñas placas de cemento que luego diseminaba aquí y allá, camufladas entre el mobiliario urbano oficial. Algo así ha hecho en la galería -aunque ya sin riesgo de detención policial- en Delimbo: una instalación en el suelo compuesta de decenas de placas de cemento fresco en las que el artista dibujó una suerte de cómic sobre el poder (y la necesidad) de la imaginación; una vez seco el material, tomó fotografías de cada placa, convirtiendo las viñetas en frames, y las ensambló en una breve película de animación que se proyecta en bucle en la galería.

En última instancia, escribe a propósito de la exposición el experto en street art Rafael Schachter, Beach Life es "una carta de amor doble a Tenerife: a su día a día y a sus extraordinarias posibilidades". Combinadas éstas, parecen contener todo lo que Lambert espera del arte y la vida: "soltura, amor y ansia de vivir".

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