pablo juliá. fotógrafo

"Lo que le gusta a la gente de mí es de lo que yo paso"

  • Militante de su tiempo. Comprometido con el periodismo y la cultura, el fotoperiodista gaditano, el ojo andaluz de la Transición, recuerda algunos de los hitos de su carrera

"Lo que le gusta a la gente de mí es de lo que yo paso"

"Lo que le gusta a la gente de mí es de lo que yo paso"

Cómo hincharía el pecho Orson Welles si le hubieran contado que fue su Ciudadano Kane el que abrió por primera vez el ojo andaluz de la Transición. Dos veces seguidas quiso desentrañar Pablo Juliá (Cádiz, 1949) junto con su amigo Enrique Aguirre en el cine municipal gaditano el misterio de Rosebud. "No nos enteramos de nada pero aquellas imágenes nos impactaron profundamente. Con Ciudadano Kane empezó todo", recuerda el fotógrafo, fotoperiodista, licenciado en Geografía e Historia y director del Centro Andaluz de Fotografía (2007-2016) que no tenía ni 10 años cuando se dijo que sería director de cine. "Tan fascinados estábamos que empezaron a llamarnos los peliculeros", ríe enredado entre los negativos de toda una vida que en estos días se dedica, no sin pereza, a ordenar en casa desde un retiro que no es tal. De hecho, pronto se podrá ver en su ciudad natal una antológica de su obra. Pablo Juliá creyó que quería ser cineasta, pero lo que siempre quiso fue contar historias. En la imagen estática encontró la pluma para escribir a la medida justa de su mano, una mano que ha disparado al alma de un tiempo "apasionante" y de sus "fascinantes" protagonistas.

-¿Cuándo cayó en sus manos la primera cámara?

-Cayó en Cádiz, en Los Luises, que tenían que ver con las congregaciones marianas de los jesuitas. Un día un cura trajo una Yashica y con ella hice mis primeras fotos y las mejores que he hecho en mi vida. Todo lo que hice después fue intentar acercarme a aquellas.

-El acceso a ese mundo de cine, teatro, fotografía que le fascinó desde el principio, sería difícil en esos años, ¿no?

-Fueron años muy duros, pero conseguir las cosas era de una belleza increíble. Estábamos todos los días pringados con estas historias. Había cineclubs, discutíamos a Godard, a Truffaut, a Hitchcock, a Chabrol... Ya no hay ese tipo de cinefórum que era tan bonito, tan serio, tan ilustrativo y tan apasionante... Y tan guerrillero porque todo eso nos servía para hacer propaganda política contra el Régimen. Tuvimos la suerte de ser una generación que podía, por lo menos, intentar hacer algo. Estuvimos en comisaría, nos dieron guantás, todo lo que tú quieras, pero todo tenía fuerza, todo era magnético.

-De hecho, en sus años de Cádiz forma parte de la primera célula que se crea del PSOE.

-Sí, a ver, yo estuve en Cádiz hasta los 10 años cuando me llevaron al colegio de El Palo en Málaga. Luego hice 5º, 6º, el PREU y primero de Medicina y en el 67 me fui para Sevilla, aunque seguía yendo mucho a Cádiz donde ya me caso en el 73, la época en que montamos la célula Blanco, Pizarro, Perales, Isabel Pozuelo que es mi mujer y El Piri (Gómez Periñán). Fue una época apasionante. Recuerdo que mandamos un christmas de Navidad a París, que es donde estaba la sede del PSOE en la clandestinidad, para así, como de tapadillo, avisarles de que habíamos constituido la sede de Cádiz.... Buenos tiempos... Ya luego en democracia, en el 76, dejo el partido. A día de hoy sigo siendo socialista, pero no de partido.

-¿Por qué lo dejó?

-No servía para eso... El mismo Felipe González me lo dijo una vez, que me fuera a hacer fotos [ríe]. Es que no me gustó la política, a mí lo que me gustaba era el compromiso político para cambiar las cosas. Pero una vez que se llega a eso, yo no servía para ir más allá. A mí me interesaba la cultura, la poesía, la fotografía, el teatro, el cine... Me interesaba lo que era construir otra situación social pero una vez que llegó la democracia, el partido, para ellos. Y, además yo ya tenía el compromiso periodístico de contar la verdad y tuve por eso mis enfrentamientos en ese momento, porque ya quería yo decidir qué es lo que había que contar. Me tragaba la ideología pero no el discurso. Aprendí mucho. Tengo muchos amigos en el partido, creo que porque me fui [ríe].

-Amigos, PSOE, Pablo Juliá, política... Venga, la pregunta de la foto de la tortilla..., ¿hay mucho mito tras esa imagen?

-Mira, esa foto la hice y me olvidé de ella. De hecho se la di a Antoñita, la mujer de Chaves, que estaba embarazada... Pero cuando llegó la democracia, el 82, de pronto lo de Felipe, la campaña electoral y tal, los periódicos me pidieron alguna foto antigua de la clandestinidad. Yo miraba entre mis fotos y no me gustaba nada y se lo comenté a Manolo Chaves y me dijo "coño, la foto ésta". Y la verdad que pensé que no estaba mal... Mitos, historias y leyendas ha habido muchas porque el problema de esa foto es que estoy yo, con lo cual es normal que se pregunte la gente que cómo que la hice. La foto está hecha con mi cámara y yo le puse el diafragma, el tiempo, la distancia, porque todo era manual... Y aprieta el botón Manolo del Valle porque no tenía ningún interés en salir en público por entonces, y yo, que raramente salgo en una foto, de hecho estoy mirando para abajo, al final le di la cámara. Le dijeponte aquí y dispara aquí.

-¿Se comió o no se comió tortilla?

-Mentira gorda, no se comió tortilla. Mira, nosotros éramos los intelectuales, entre comillas, y veníamos de una asamblea de la UGT en la que nos habían dado para el pelo, nos habían dicho de todo, como que nosotros estábamos viviendo un mundo que no era lo que de verdad era la política... Así que ni cortos ni perezosos cogimos los coches y nos fuimos a un pinar y allí lo único que había era un cajón de cerveza que llevaba Felipe en el coche y una caja de naranjas. De hecho, yo en mis archivos le tengo puesta a esa foto naranjas. Luego incluso algunos de los que están en esa foto dijeron que hubo tortilla, y te lo digo yo, ni de coña.

-Sobre esta foto, ¿han bromeado sus protagonistas a lo largo de los años?

-Sí, sí, se han dicho muchas barbaridades. Bueno, y Alfonso Guerra quiso reeditarla pero no me llamó ni a mí ni a los que no le caían bien. Y por lo visto intentaron hacer una nueva foto de la tortilla pero no la enseñaron nunca porque les quedó chunga, chunga.

-Otra imagen suya, la de Fraga con el Vota PSOE, ha sido escogida para el reciente libro 50 fotografías con historia. Cuénteme esa historia.

-Fíjate que lo que le gusta a la gente de mí es de lo que yo paso... A mí no me gusta revisar mis archivos pero, de hecho, lo estoy haciendo porque no te queda más remedio, porque es lo que quiere la gente de ti. Y esto venía a... la foto de Fraga. La foto de Fraga fue muy curiosa porque yo sabía que éste era un compulsivo total que lo primero que iba a hacer cuando se levantara de la mesa era agrupar y reordenar los periódicos. Yo ya había visto que el que estaba era El Suroeste, que llevaba la propaganda del PSOE en la última. Y yo allí, hincado de rodillas frente a Fraga durante todo el tiempo que duró la rueda de prensa. Y el tío ya mosqueado porque yo levantaba la cámara cada vez que se movía pero no disparaba... Por fin, se levantó e hizo lo que yo esperaba que iba a hacer, coger los periódicos y los agitó y agrupó. Y salió la foto que yo quería. Se puede decir que tuve suerte pero la suerte sale siempre que tienes pasión, esa es una teoría mía que yo sé que hay gente a la que le molesta. La suerte sale si tú haces algo para que salga.

-También hay quien confunde suerte con oficio.

-Exactamente. Y, ¿te digo el secreto del oficio? Arriesgar. En periodismo lo mejor que puedes hacer es arriesgar permanentemente... Mira, siguiendo con lo de Fraga, este hombre me vio a mí un montón de meses después, "usted es el que me hizo la foto", sí, le dije yo, "pues usted es un gran fotógrafo y un gran hijo de puta", me soltó y yo le contesté, "señor Fraga, viniendo de usted eso es para mí un gran halago". Esa foto es que tiene mucha historia... A mí se me había roto el telefoto y me tuve que ir al aeropuerto para que se la llevaran al periódico y la mandé con un tío que venía con la camarilla de Fraga, pero cuando llegó a destino no estaba el motorista de El País que debía recogerla, así que el tipo, buena gente, llamó al periódico y dijo que se llevaba la foto a la sede del PP y que la recogieran allí. Y así fue. Si la llegan a ver...

-No daba vueltas antes una foto... ¿cómo ha afectado el cambio tecnológico?

-Es una barbaridad lo que está pasando. Todo lo que al principio nos vino bien, porque nos aligeraba el trabajo y no nos teníamos que romper las espaldas con cuarenta mil cacharros, como yo he ido por la India o Sudamérica, pues después se ha vuelto contra nosotros. Lo digital ha significado la muerte del periodismo. Cada día los periódicos, por desgracia, están peor. Y eso es dramático.

-Y usted conoce bien ciertas redacciones, en El País estuvo desde el 80 y se fue en 2007. ¿Qué está pasando?

-Yo creo que se van a dejar de hacer periódicos ya y nos iremos todos a lo digital. Y hoy puedes tener la foto de Obama cayéndose por el Air Force One que si dos minutos después salen las tetas de la Pamela Anderson esa, te levantan la foto de Obama. Aquí la información dura lo que dura un caramelo en la puerta de un cole. Nada. Se está viviendo en un mundo de mucho movimiento, un movimiento loco, acelerado, cinemático, no estático. Y la imagen tiene que tener un poder de entidad en sí misma, las fotos son, muchas veces, la esencia de lo que pasa en la vida, y eso se ha olvidado. A.

-La fotografía le vino por mar, por Cádiz, pero Sevilla le permitió desarrollarla. ¿Qué le une a la ciudad donde vive?

-A Sevilla le debo mi carrera y para mí es una ciudad que está muy bien pero siempre me he sentido extranjero en Sevilla, pero de la misma manera que me siento extranjero en todas partes. Tengo una sensación de extranjería permanente. Yo estuve en Cádiz cuando chiquitito y esa es la clave. Yo he visto mucho mundo, he estado en muchos lugares, pero siempre quiero volver a Cádiz. Y, además, sentirse extraño para un fotógrafo y para un periodista es el mejor estado puesto que te da la capacidad de asombro y de mirar las cosas de una manera distinta que los demás.

-Almería. ¿Qué pasó con el CAF?

-Personalmente me venía bien dejarlo porque tenía 67 años, aunque profesionalmente estoy muy fresco y sigo haciendo cosas, pero yo quería quedarme 6 meses más por el 25 aniversario del centro y dejar el testigo con una persona buena allí puesta antes para que se hiciera una transición de 3 o 4 meses. Pero la consejera (Rosa Aguilar) estaba muy influenciada por los de Podemos, que si los contratos eran irregulares, que si no sé qué. Así que se hizo mal, pero yo ahora mismo estoy muy contento porque ya no tengo que pelearme con nadie que antes me peleaba todos los días con alguien de la Administración. Personalmente me ha venido bien quitarme esa miseria triste que tiene la política.

-¿Al fotógrafo y al fotoperiodista lo unen un mismo principio? ¿Hay una misma intención detrás de lo que usted hace?

-Sí ha habido un principio clave, el tema de la incomunicación. Yo aprendí con Antonioni. Aprendí mucho lo que significaba ese mundo antoniñano de la incomunicación y eso me ha servido para poder entender esto que hacemos. A lo mejor te parece extraño pero cuando yo leía los guiones de sus películas o el guión de Nueve cartas a Berta de Basilio Martín Patino, que la gente no pudiera penetrar ese muro, la incomunicación, para mí ha sido la clave del periodismo y del arte. Uno es que está cargado de referencias desde chico, yo leí La ciudad de los perros con 13 años y no sabía quién era Vargas Llosa pero aquello fue tal guantá que todavía vivo de ella.

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