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Crisis en el festival de cine de sevilla Un modelo en entredicho y cruce de acusaciones por favoritismos

Dos hombres y un desatino

  • Una docena de claves sobre los bandazos que da Sevilla montando un festival de cine mientras crece el número de películas que no llegan a la cartelera sevillana y sí se exhiben en otras ciudades españolas

La crisis abierta en el Festival de Cine de Sevilla, cuya próxima edición (en noviembre) aún no se comenzó a trabajar en firme, acredita la falta en el Ayuntamiento de un modelo de política cultural. En el caso del cine, se agrava por la regresión paulatina de la cartelera sevillana, a la que no llegan para su estreno muchas películas interesantes, lo que empobrece las opciones culturales de la población.

1El cine que no se ve. La polémica ha coincidido con el quincuagésimo aniversario del Cine-Club Vida, donde jesuitas y progres se unieron para ver y divulgar en Sevilla el gran cine de autores europeos que no llegaba a las salas ni al franquismo le interesaba divulgar. Medio siglo después, cabe fundar el Cine-Club Internet para enseñar a coger de la red el cine pasado y presente que no se exhibe en Sevilla ni por vía comercial ni por la institucional. Resolver esta carencia estructural es mucho más importante y necesario que montar un festival.

La cartelera de hoy, 18 de mayo, cuenta en Sevilla capital con 35 películas distintas. En Málaga son 47, en Valencia 63, en Madrid 83 y en Barcelona 90. Al cabo de 12 meses, son muchos los títulos a los que el público sevillano no puede optar en los multicines.

2Los pasos perdidos. Tan desapegada al audiovisual está Sevilla que dejó morir el primer Omnimax que hubo en España. Ahora los hay en Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades. Y Sevilla carece de un espacio cultural dedicado full time al cine y lo audiovisual, llámese mediateca, cinemateca o filmoteca.

3De la nada al todo. No es posible ver en 10 días de festival todo lo que no está a la mano en 365 días. Pero lo único que da sentido social al festival es su carácter de atracón que compensa parcialmente el ayuno.

4Formato de otra época. Por mucha vanidad que tengan los políticos, organizar un festival de cine en Sevilla, y gastarse en él más de un millón de euros, ni contribuye al mercado cinematográfico ni promociona la ciudad ni interesa fuera de ella. Eso está acotado para Cannes, Venecia y Berlín. De ahí que sea imprescindible adecuar medios y fines. Lo que Sevilla requiere es menos sucedáneo de glamour y más educación cinematográfica en los colegios.

5Idea buena y mejorable. Manuel Grosso capitaneó la reconversión del disparatado Festival de Cine y Deporte y acertó en la apuesta por el cine europeo, amén de conectar con el público universitario y lograr sensacionales cotas de espectadores. Compensó en parte el déficit exhibidor de las salas hispalenses. Falló en apoyarse en viejas glorias fuera de juego. En caso de mantener el festival, el nuevo director debe mirar más hacia el futuro que hacia el pasado. Estamos en la era del You Tube y de la interactividad. Un festival joven ha de enganchar a esa generación que se siente audiovisual pero que se desmarca del cine.

6Oferta fagocitada. El efecto boca-oído que generan los espectadores de las mejores películas del festival cae en saco roto porque ni Unión Cine Ciudad ni Cinesur programan en otras fechas obras de arte como las de Resnais, Rivette y Sokurov, que sí entran en la cartelera de otras ciudades. Desde que existe el festival se ha reducido la proyección de cine europeo en Sevilla.

7El espejismo del ICAS. Juan Carlos Marset, como delegado de Cultura, prometió que iba a transformar la endémica endeblez organizativa, mediante la creación del Instituto de la Cultura y las Artes (ICAS). Iba a crear una Oficina de Festivales que diera soporte de gestión durante todo el año a los diversos certámenes. Pero el ICAS sólo es aún un lavado de cara (con logotipo nuevo) de la Delegación Municipal de Cultura. La Bienal de Flamenco es lo único, y por los pelos, que se salva de l marasmo.

8Gestión caótica. Llevamos años instalados en un perverso círculo vicioso: como el Ayuntamiento es incapaz por sí mismo de montar ciertos festivales, y mucho menos de pagar con rapidez, hay que contar con productoras privadas para que lo hagan todo, sean la auténtica organizadora, y anticipen el dinero. A cambio de ser imprescindibles, deciden bajo su particular criterio con quién se contrata personal, logística, cartelería, comunicación, etc.

9El colegueo. Este modelo ayuda a salir del paso y ofrece la tentación de ser juez y parte del presupuesto que se maneja. En el colegueo cultural, muy intervenido por el poder político, la confusión entre lo público y lo privado está a la orden del día.

10Quítate tú que me pongo yo. Ya en 2007 el alcalde quería convertir a Carlos Rosado en el hombre fuerte del Festival de Cine, orillando a Manuel Grosso. Son las movidas propias de las familias socialistas. Rosado ha aprovechado la indefinición de la Consejería de Cultura en el sector audiovisual para hacer carrera personal y política. Su apuesta es asumir la gestión de todos los festivales de cine en Andalucía. Pero en Sevilla le ha salido el tiro por la culata, cuando iba a ganar la partida, al coincidir el adiós de Grosso con la revelación de que Rosado adjudicó servicios por una cuantiosa suma a una empresa con la que había estrechado lazos para crear con ellos una filial.

11Hipocresía política. Para defender a Rosado, Maribel Montaño reacciona acusando a Grosso de trato de favor, que es lo mismo de que se acusa a Rosado. Lo grave es que ella era y es la responsable política del festival, y Rosado fue quien controló los contratos y las cuentas de la última edición del festival. Su cacareado cambio de modelo es que todo cambie (las personas) para que nada cambie (el colegueo). Y va camino de dilapidar lo que de bueno tenía, y gastarse el dinero, sin público que la secunde, en un festival de lo políticamente correcto.

12Alternativas locales. En Sevilla hay festivales de menos presupuesto pero más coherencia en su modelo de gestión. El Mes de la Danza, el Zemos, el Fest y el South Pop son iniciativa privada dirigida por sus mentores y a los que ayudan más o menos las instituciones. En ellos está mejor deslindado lo privado de lo público.

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