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Cultura

El horror desde la barrera

Con su flamante Oscar al mejor filme de habla no inglesa bajo el brazo, llega a las carteleras esta nueva visita guiada a los oscuros días del exterminio judío en lo que parece ya peaje argumental inevitable para la visibilidad transnacional y el reconocimiento hollywoodiense de cierto cine europeo (véanse El hundimiento o La vida de los otros) cargado de buenas intenciones y una necesaria y liberadora dosis de didáctico revisionismo histórico.

Inevitablemente inspirada en hechos y personajes reales, Los falsificadores nos traslada a la Alemania de finales de los años 30 para retratar la irrupción del terror nazi en ese mundo de cabarets, dinero falso y glamour decadente que no quiso ver cómo se avecinaba el desastre cuando lo tenía delante de sus narices. Y en el epicentro de la trama, un habilidoso falsificador judío con principios (Karl Markovics) que, llegado el momento, dará con sus huesos en el campo de concentración donde su talento le salvará el pellejo puesto al servicio de los intereses estratégicos del III Reich junto al de decenas de privilegiados prisioneros de su misma condición.

Narrada con cierto impulso realista y una leve y agradecida voluntad de distanciamiento y enfriamiento emocional (oígase la música de tango a tal efecto), Los falsificadores no elude empero el viejo esquema que focaliza su trayecto dramático y su búsqueda de fáciles empatías a través de la digna resistencia de un individuo singular (y ejemplar, en definitiva) que resiste las vejaciones y el sinsentido nazi (convenientemente trazado desde el estereotipo repulsivo y sádico) con equilibradas dosis de solidaridad y estrategias de supervivencia.

Marcado el camino de salida desde las primeras secuencias de la película, sólo nos queda asistir al detallado recorrido de la proeza, al relato de género que esquiva la verdadera cara del horror para compensarnos con fórmulas que nos permiten pensar en la Historia desde un lugar en el que nos sentimos a salvo de la barbarie y con la conciencia más tranquila por haberla vivido desde la barrera.

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