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Crítica de Danza/Arte

El más inteligente mortal

Al ver Still life, por fin en España, nos damos cuenta del porqué del éxito mundial de Papaioannou. En primer lugar, porque su mudo lenguaje, aparentemente sencillo, aunque preñado de referencias al mundo del cómic, de las artes plásticas y del cine, es un lenguaje humano, reconocible y condivisible por todos cuantos habitamos las viejas piedras de este azotado planeta.

La obsesión del ser humano por dominar la materia, por darle y darse sentido, está tan arraigada como la conciencia de que todo esfuerzo es inútil. De ahí la referencia al mito de Sisifo, objeto de un castigo eterno pero descrito como 'el más inteligente de los mortales'; porque dicen que la felicidad, si existe, está en el esfuerzo cotidiano y gratuito.

Con esa baza, Papaioannou, un mortal formado en artes plásticas y con un talento escénico excepcional, crea imágenes fantásticas (un muro que se atraviesa, una pala que cava cráteres en el cielo, una estatua humana a lomos de unas nalgas...), poéticas y absurdas, de un mundo polvoriento, poblado de hombres urbanos con trajes oscuros (a lo Joseph Naj), que producen sus propios sonidos.

Imágenes que logran un hermoso y sobre todo vivo espectáculo gracias al ritmo hipnótico de su desarrollo (aunque a veces se alargan demasiado algunas escenas) y, sobre todo, a la neutralidad de los personajes. En sus rostros y en sus concentradas acciones no hay tragedia, ni desesperación, ni resignación... Por eso cada espectador puede crearse su propia historia, según su bagaje personal, social y cultural. Toda la pieza, hasta el tomate compartido del final -que siempre consuela- se vuelve materia para que cada ino (tal vez con flashes mentales de cariátides, atlantes o películas de Buster Keaton) le busque su propio sentido.

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