Dolores Redondo reivindicó este jueves, en el pregón con el que inauguraba una nueva edición de la Feria del Libro, la lectura como un ejercicio "cotidiano, divertido, social y accesible, pero también como un arma contra la ignorancia y la intolerancia". En su intervención, la autora de la Trilogía del Baztán y ganadora del Premio Planeta defendió "la importancia de la comprensión lectora como elemento indispensable para una mejor comprensión de nuestro mundo". Para la escritora, "es imposible la paz y la igualdad sin tolerancia, es imposible la tolerancia sin comprensión y es imposible la comprensión sin comprensión lectora".
En su pregón, acorde con una Feria que dedica este año su programación al fomento de la lectura, Redondo recordó su contacto con los libros como "el mayor y más fiel de mis amores y de mis amantes", y definió como "el hecho más importante de mi vida" el momento "en que aprendí a leer", confesó.
"Creo -prosiguió la novelista- que del mismo modo que los primeros pasos que da un bebé, la aproximación a los alimentos o al lenguaje oral, la lectura ha de formar parte de lo básico, ya que es uno de esos aprendizajes indispensables del ser humano", manifestó, antes de precisar que "puede parecer baladí hacer hincapié en la relevancia de aprender a leer en la infancia. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad alfabetizada, en la que todos aprendemos a leer cuando somos muy pequeños, y en base a ese aprendizaje se cimentan la educación y los conocimientos que adquiriremos durante toda nuestra vida". Sin embargo, Redondo matizó: el "vergonzoso papel de nuestro país en los puestos de lectura mundiales" invita a la reflexión, como advirtió la narradora.
La novelista que se dio a conocer con El guardián invisible resaltó la importancia de la inventiva para mantener el interés por la lectura, y recurrió a su memoria sentimental para el itinerario que trazó ante el auditorio reunido en la Plaza Nueva. Con el público compartió "un recuerdo que tengo aún fresco a fuerza de evocarlo", cuando apenas era una niña que no llegaba a los cuatro años "e iba de un lugar a otro con una cartera de cuero como la que llevaban antes los carteros", rememora, una mochila "repleta de cuentos" que le tendía a los adultos para que se los relataran. Hasta que su madre la convenció de que aprender a leer posibilitaría "adentrarme en esas historias cuando quisiera y cuantas veces quisiera, de día o de noche. Esa promesa resultó seductora: la independencia y la libertad siempre han sido argumentos válidos para mí", comentó Redondo, que valoró que su madre, "cada noche que me leía un cuento, y como Sherezade aplazaba el desenlace de la historia hasta el día siguiente, no sólo me enseñó a escuchar, sobre todo me enseñó a imaginar, y para eso no necesitó una pantalla, una tablet, un millón de ilustraciones, tan sólo dejarme en ascuas hasta que retomara aquella narración". Por ello, animó a los padres a avivar la fantasía de sus hijos. "Dejadles soñar con mares azotados por la tormenta, con ciudades arrasadas por la lava de un volcán...", pidió.
Para mejorar el nivel de lectura, Redondo, que admitió poseer "la inmensa suerte de llegar a jóvenes, mayores, hombres y mujeres" con sus ficciones, indicó asimismo que es "hacia las bibliotecas públicas donde debemos dirigir el mayor de los esfuerzos. Las bibliotecas y los clubes de lectura, los reductos que se han mantenido inquebrantables en los años de la crisis, la piratería y el libro electrónico. Se han convertido en la esperanza frente a las terribles cifras de lectura en nuestro país. Yo recupero la fe cuando los veo", concluyó.
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