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Cultura

La mala educación

  • Lejos de iniciar al público en la excelencia, el certamen se empeña en anestesiarlo en la mediocridad uniformada

Dos anécdotas aparentemente irrelevantes pueden darnos la clave de la preocupante deriva de este festival. La primera llegaba en la proyección de El extraño caso de Angélica, de Manoel de Oliveira, de largo lo mejor que se ha visto en la programación, cuando una parte del público resopló, maldijo o pidió, chistoso, la devolución del dinero de la entrada. La segunda vino en forma de fotografía y nota de prensa, y daba cuenta de la presencia de los directores Kornél Mundruczó y Jerzy Skolimowski en el partido de liga del Sevilla FC en el Sánchez Pizjuán, "donde se llevaron la camiseta con su nombre".

La primera anécdota revela cómo, lejos de iniciar, guiar o educar a su público en la excelencia, la calidad o la diversidad del cine europeo, este festival parece empeñado en lo contrario, a saber, en anestesiar en la mediocridad uniformada a una audiencia entusiasta (y este año mucho menos fiel) que, por otro lado, no necesita ningún festival para seguir viendo el mismo tipo de cine que consume el resto del año. La segunda, igualmente significativa, subraya los verdaderos intereses espurios y absolutamente alejados de lo cinematográfico que mueven realmente a los responsables (gestores y artísticos, por lo visto, mal avenidos) del evento, más preocupados por levantar falsas polémicas políticas, montar tenderetes de promoción turística o pasear a sus invitados -los mismos cada año, o al menos así lo parece- por la Plaza de España, que por establecer cualquier tipo de diálogo fructífero con sus espectadores o con la prensa sobre tendencias, corrientes, disidencias, problemas o estéticas del cine europeo.

Esta edición del festival ha renunciado incluso a una de sus menos estimulantes y exitosas señas de identidad: ahí donde la sección EFA, amplio cajón de sastre que permitía recopilar el mejor cine avalado por las instituciones de cada país, ofrecía casi sin esfuerzo una docena de títulos atractivos para el espectador medio, este año ni tan siquiera dos o tres películas podían exhibir el prestigio o la popularidad de sus directores como reclamo. Como ya adelantábamos, apenas 17 de los 46 filmes candidatos han podido verse aquí esta semana, con flagrantes e injustificadas ausencias como las de Godard (su Film Socialisme estaba, además, anunciado), Loach, Leigh, Assayas, Kaplanoglu, Amalric, Maoz, Muntean, Loznitsa, Lucchetti, Vinterberg o el propio Saura, que sí optaba a premio con Io, Don Giovanni. Si nos salimos de las academias y acudimos a los principales festivales del continente, la lista de ausencias duele más todavía. No daremos nombres para no aburrirles; revisen (y comparen con) Berlín, Cannes, Locarno, Venecia, Rotterdam, Viena, San Sebastián, Valladolid, Gijón o incluso con la semana de cine europeo de Segovia (!) y la lista sale sola.

Los programadores (de haberlos realmente: no se entiende que para esta selección haya hecho falta viajar a ningún festival o mercado) andan además muy desorientados y sin capacidad de reacción. En un año en el que, por citar tan sólo a tres pesos pesados del cine europeo, han muerto Schroeter, Rohmer y Chabrol, nadie ha tenido la ocurrencia de hacerles un mísero homenaje, dedicarles una pequeña retrospectiva o, simplemente, proyectar una película suya. A cambio, se rellena con reportajes sobre Vargas Llosa, los toros o la alianza de civilizaciones, se hace un innecesario, raquítico y caducado homenaje a Al final de la escapada, se premia a cineastas y actores (Frears, Aranda, Saura, Banderas) que no lo necesitan, se diseña una retrospectiva del gran Joris Ivens muy escasa de material, se inunda la parrilla de cine holandés olvidando a su mejor exponente contemporáneo, Johan Van der Keuken, se saltan a la torera su propio reglamento o se sacan de la manga secciones paralelas que no dejan de ser hábiles y tramposas agrupaciones de títulos de aquí y de allá por temas, formas, tamaños y colores. Y un año más, se dirá que por la crisis, ni una publicación que deje algo para el futuro que no sea el cansancio o el olvido. Total, ¿sobre qué y para qué?

Si el título de la película de esta edición podría ser La mala educación, esperemos que el de la próxima no sea Días contados. Lo sensato, en cualquier caso, sería un Volver a empezar, y con otro reparto.

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