Cultura

El mejor clasicismo de la ROSS

13º de abono. Solistas: Agustín Prunell-Friend, tenor; Joaquín Morillo Rico, trompa. Director: Leopold Hager. Programa: Sinfonía nº33 de Mozart; Serenata para tenor, trompa y orquesta de cuerdas Op.31 de Britten; Sinfonía nº5 de Schubert. Fecha: Jueves 25 de abril. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Tres cuartos.

La ROSS mostró una vez más que cuando trabaja con maestros que tienen cosas que decir y saben cómo decirlas es un conjunto extraordinario. El veterano Leopold Hager (Salzburgo, 1935) conserva un admirable estado físico y una lucidez mental fuera de serie. Mozartiano clásico entre los clásicos, su batuta viene muy bien a una orquesta a la que siempre ha costado brillar en la música del Clasicismo. Esta vez no fue el caso.

Para la Sinfonía nº33 del genio de Salzburgo, Hager no adelgazó demasiado al conjunto (cuerdas: 10/8/6/4/3), pero pulió el fraseo, aligerando el vibrato, articulando con agilidad y usando tempi vivos, de donde emergió una interpretación de extrema claridad, tersa, límpida, acaso sin el toque dramático que han logrado directores un poco más audaces en el tratamiento de los contrastes y la agógica (lo que se notó especialmente en el Minueto), pero con una frescura, una fluidez y un equilibrio soberbios.

El gran trabajo de la sección de cuerdas de la ROSS se vio corroborado en una Serenata de Britten en la que en cualquier caso destacó muy especialmente la tarea de los dos solistas: espectacular el trompa sevillano, miembro del conjunto, Joaquín Morillo, que pasó con nota la prueba de la trompa natural en el principio y el final de la obra y matizó sus partes con una musicalidad y una variedad de recursos notabilísima; espléndido el tenor Agustín Prunell-Friend, que por claridad, ligereza de la voz y facilidad para el agudo resultó ideal para una obra que exige notablemente al solista en la zona más alta de su registro.

La herencia mozartiana y haydniana es evidente en la vitalista 5ª sinfonía de Schubert, en la que se volvió a notar la mano del maestro salzburgués, que en el entorno de una interpretación cristalina e inserta en el universo clásico afiló un punto los ataques y contrastes del Minueto.

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