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Crítica de Teatro

Entre las mujeres de la casa

Obra rodada y que sigue demostrando conectar con el público, Verano en diciembre saca petróleo del conflicto familiar y cotidiano de este sufrido gineceo que aglutina a cuatro generaciones de mujeres que han empezado a cerrar el círculo: la abuela demente, tan niña como la invisible biznieta. Entre ellas, la madre endurecida en no-diálogo con sus hijas, chicas jóvenes pero cada vez menos virtuales.

Este teatro mínimo, bien escrito (a veces demasiado; y se pone algo cursi), cuando no funciona se parece bastante a una teleserie. Esto ocurre aquí en los momentos en que se abandona el hogar que encierra y ahoga, y se busca el apoyo de un remedo de gramática que les resta carne y hueso a los actores en beneficio del perfil de los personajes.

Por el contrario, cuando en Verano en diciembre pasan cosas, se saborean virtudes inequívocamente teatrales. En esta ocasión, en el ir y venir de dos actrices que parecen jugar a otro juego que no es el de la verosimilitud o el naturalismo. Nos referimos a Pilar Manso, la madre, y a Almudena Mestre, Paloma, la hija sacrificada y en ansiedad crónica. Es decir, a un potencial cómico y a otro trágico que nunca llegan a actualizarse pero que sobrevuelan la obra inyectándole un leve suplemento de extrañamiento que nos distancia de lo ya visto y ya oído. Estas corrientes subterráneas se advierten sobre todo en las escenas de comida -que siempre duplican la intimidad de todo escenario-, donde estos personajes envían noticias lejanas de sus mundos, mientras el resto se queda en la superficie.

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