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Cultura

'La noche', una reflexión sobre la desesperanza del hombre actual

  • Teatro del Velador lleva al Central una obra inspirada en 'Los ciegos', de Maurice Maeterlinck, y dirigida por el impulsor de la compañía, Juan Dolores Caballero

"Son cinco músicos ciegos a quienes un cura lleva a una especie de balneario abandonado para dar un concierto. Pero el cura desaparece y ellos se quedan allí, perdidos", explica Juan Dolores Caballero, fundador e impulsor de la compañía sevillana Teatro del Velador, en torno a La noche, personal adaptación de Los ciegos de Maurice Maeterlinck (1862-1949) que a partir de mañana, y hasta el jueves 10, podrá verse en el Teatro Central.

"Me gustó mucho el texto de Maeterlinck, muy poético y claro a la vez. Pero lo que realmente me llamó la atención es cómo se puede identificar con la desesperación del hombre actual: éstos son unos ciegos perdidos en un bosque que no encuentran la salida, y está claro que el hombre de hoy no la tiene", explica Caballero sobre el montaje, que respeta buena parte del texto del autor belga -aunque reduce en ocho el número de personajes- y mantiene el tono simbolista que caracterizó al original. "Los protagonistas se pasan la obra esperando al cura que los ha sacado de la felicidad del asilo: es el hombre esperando al salvador que nunca llega", dice el dramaturgo.

Incursión en el teatro de texto de quien se ha significado por la inclinación hacia el teatro bruto -"luego volveré a mis monstruos, que es lo que más me divierte", ironiza-, La noche esconde, según Caballero, una lectura sutil "del abandono del papel del intelectual" en la sociedad de nuestros días, un rol quizás condenado al fracaso desde el momento mismo en el que alguien se presume como tal. "Sí, porque entonces empieza a formar parte del sistema. Intelectual es quien ordena la sociedad desde la razón. Cuando se autodefine, se pierde", reflexiona el director del montaje.

Suya es también la escenografía, que dispone el graderío, con capacidad para 180 espectadores, en forma de U y sitúa a los actores sobre un suelo blanco apenas ocupado por "un quiosco de músicos, una mesa y unas sillas tiradas por el suelo. Hojarasca, neblina... Todo muy dejado", avanza Caballero. "La intención era que el público viera y viviera el trabajo de los actores, todo el rato con los ojos vueltos. Durante los ensayos, alguno incluso se mareaba...", comenta sobre los intérpretes -Benito Cordero, Luis Ruiz-Medina, Juanjo Macías, Mostapha Bahja y Selu Nieto-.

Contrasta, dice, la sensación que irradia el escenario, "bonito" incluso en su decadencia, con la desesperación de unos personajes que desembocan en el terror abosluto. "Ésa es la contradicción que el público observa", afirma Juan Dolores Caballero.

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