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El nuevo Ptolomeo se hace a la mar

  • El profesor Fernández-Armesto firma una novedosa biografía de Américo Vespucio: mago, mercader y navegante

Los viajes de Américo Vespucio constituyen uno de los temas más controvertidos de la historia de los descubrimientos. La tendencia a la fantasía de los relatos del florentino, unida a las interpolaciones de sus editores complicaron durante siglos la labor de investigación de los historiadores. El primero en poner un poco de orden en el laberinto de los escritos del Vespucio fue el alemán Alejandro von Humboldt quien atribuyó al mapa mundi de Waldseemüller (en la imagen) el apadrinamiento del continente occidental que iba a quedar para siempre ligado al nombre del florentino. Después de él vinieron otros muchos pero todos toparon con la misma escasez de fuentes directas del navegante que a diferencia de Colón escribió poco, y aún este poco, de muy discutible atribución.

El historiador Felipe Fernández-Armesto, consciente de estas limitaciones, ha optado por una sucesión de cuadros de época sobre las principales etapas de la vida del explorador italiano. Una técnica que había ensayado con éxito en Las Américas (Debate, 2004) y ahora pone al servicio del relato biográfico. La Florencia natal, la Sevilla de su juventud y el ancho Atlántico que navegó en su madurez se suceden enjaretados en un hilo argumental que pone el acento en la faceta actoral del explorador que, según Armesto, fue la clave de su capacidad de reinventarse continuamente, adaptándose a las circunstancias cambiantes de su entorno, creando conscientemente su propia imagen para la historia.

No estamos tan seguros de las virtudes de prestidigitador del florentino para labrar su propio mito que más podría atribuirse, sobre la base de los propios datos que ofrece el autor, al círculo de amistades de comerciantes, polícos e intelectuales entre las que se desenvuelve su vida. Una mezcla de azar y necesidad es la que explica su salto de Italia a Sevilla, su inmediata participación en el círculo de Berardi quien antes había iniciado tratos con Cristóbal Colón, o más tarde, el abandono de las cuentas de mercader por los artilugios de navegación cuando acepta embarcarse en la expedición de Alonso de Ojeda. De nuevo huyendo de problemas, en este caso financieros, lo encontramos en 1499, cuando decide abandonar los servicios a la corna española por la invitación del rey de Portugal para hacerse cargo de una misión en Brasil. Y esta parece ser la pauta que marcó, en defintiva, toda su existencia desde que en su Florencia natal tuviera que hacer frente a la decadencia de su familia.

Son las circunstancias, más que su voluntad, las que deciden en su vida. Al menos así se desprende de las informaciones indirectas que con cuidado recompone Armesto, porque sobre los manuscritos de Vespucio sigue pendiente la duda. Tres fases disntigue Armesto en el desarrollo de estos escritos. La primera (entre 1500 y 1502) está presidida por la defensa de la viabilidad de su empresa, oscurecida por el éxito de Cabral. La segunda fase es la publicación del Mundus Novus, informe dirigido a Lorenzo de Medici en el que se defiende que Vespucio había descubierto un nuevo continente al sur del ecuador. Mientras que la Carta al gonfaloniero Soderini, el relato más amplio de sus viajes aunque el más alejado de su autoría, representa el momento en que los editores componen a partir de materiales diversos la imagen de este nuevo Ptolomeo cuyos personajes y leyendas perduraron en las recopilaciones posteriores.

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