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Opinión

La orquesta que toca unida...

EN época de apuros, nada como hacer piña para fortalecerse. Eso ha debido de pensar Axelrod, que ha presentado una programación que casi puede considerarse un homenaje a los profesores de la ROSS, con una destacadísima presencia en ella como solistas. Aparte el ciclo de cámara, que ocupan en su integridad, y algunos de los conciertos extraordinarios, hasta en 10 de los 16 programas de abono habrá presencia solista de músicos de la orquesta. Independientemente de si esto se debe a las restricciones presupuestarias o a una apuesta decidida por el talento local, el hecho es en sí mismo insólito en la historia de la Sinfónica y marca por completo su temporada. Del resto de solistas cabe destacar la sorprendente ausencia de pianistas, la vuelta del violonchelista Asier Polo y del guitarrista sevillano José María Gallardo del Rey (también, como esta temporada, con obra propia) y la presencia de dos mezzosopranos, la canadiense Wallis Giunta (en dos programas diferentes) y la georgiana Keteman Kemoklidze.

El maestro texano se reserva la mitad justa de las citas de abono. Entre las otras ocho batutas hay viejos conocidos, como el francés Michel Plasson, el húngaro György Ráth (que fue uno de los principales rivales de Axelrod en su carrera hacia el puesto de director artístico del conjunto), el italiano Enrico Onofri o Eric Crambes, uno de los concertinos de la orquesta, que ejercerá también labor directorial. El resto son debutantes: el asturiano Nacho de Paz (único español del lote), el japonés Junichi Hirokami y los estadounidenses Erik Nielsen y JoAnn Falletta.

En materia de repertorio, Axelrod repite su idea de ofrecer programas muy orientados hacia la música del siglo XX de raíz tonal. Cierto que hay un estreno en España del alemán Jörg Widman y obras de Lutoslawski o Penderecki, pero domina por mucho la música de auténticos clásicos, de Debussy, Ravel y Weill a Piazzolla, Rodrigo y Tomasi, de Stravinski y Vaughan-Williams a Respighi, Barber y Glière, de Zemlinsky y Strauss a Alban Berg (su dodecafónico y maravilloso Concierto para violín como gran reto para Paçalin Zef Pavaci, el otro concertino de la ROSS). En cualquier caso, y quitando algunos grandes éxitos (El mar de Debussy, Mi madre la oca de Ravel, el Concierto de Aranjuez de Rodrigo o el Don Quijote de Strauss), son muy abundantes las obras poco frecuentadas.

Repite Axelrod la experiencia del compositor residente, en este caso con el británico Gabriel Prokófiev (Londres, 1975), nieto del famoso compositor ruso, que ofrece un estreno, encargo compartido de la ROSS con la Sinfónica de Seattle, y su exitosa Novena remix de Beethoven, que exige un discjockey en escena. No faltan por supuesto algunos maestros clásicos (Haydn, Mozart, Vanhal) y románticos (Schumann, Wagner, Brahms...), hasta el punto de que los reyes de la programación son Beethoven (se escucharán sus cinco últimas sinfonías) y Berlioz (tres obras, incluyendo la deslumbrante Sinfonía Fantástica).

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