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Cultura

La pasión devoradora

Encontrar a una mujer voladora y luminosa en el altar de una iglesia es un hallazgo poético y un posicionamiento cultural. Sobre todo cuando, con elementos de la iconografía tradicional, como la manzana, se presenta a una mujer que vuelve a ser virgen, en el sentido del término griego: la doncella libre que no depende de varón. Esta transfiguración y olvido de mitologías, como la cristiana, que manipularon la imagen de la mujer como espejo de ella misma, es uno de los valores a destacar en la obra de María Cañas. El cuerpo que en otra iglesia aparecería suspendido, como signo e instrumento de lo trascendente, aquí se libera: la mujer es ella misma y busca un saber que no encuentra entre las arquitecturas de un mundo masculino que no es el suyo.

¿Podrían leerse estas imágenes como alegorías o símbolos, como signos de la verdad, el demonio, la pureza o el amor que desea y es deseado? Sería un atraso verlas así. Aquí las figuras son agitadoras de pensamientos y sensaciones encontradas: provocan, sin llegar a señalar un objeto definido. En el contexto del amor y el desamor se realiza una ambiciosa reflexión que engloba temas tan diversos como la identidad, la locura, los sueños, la soledad o el erotismo: cuanto hay entre la vida y la muerte, y pueda evocarse de forma sutil y punzante mediante una atomización del signo audiovisual.

Cinco grandes pantallas en continuo loop ofrecen las hipnóticas imágenes pertenecientes a las dos obras: Kiss the Fire (en diferentes piezas) y El coro del Alma negra. La corta duración de las obras -un acierto- garantiza que el conjunto funcione como una única vídeo-instalación.

Contagiada del omnipresente do it yourself de nuestros días, Cañas busca y se sirve de materiales prefabricados, a los que arranca nuevos ecos. Explora el huracán de la cultura audiovisual que crece en la red, recogiendo planos de filmes y fragmentos de cuadros consagrados, y, evitando la seductora belleza de esos estereotipos, elabora un flujo vertiginoso de imágenes.

Apropiarse de formas ya hechas es un modo de elaboración y reflexión artística iniciada hace más de tres décadas por autoras como Sherrie Levine o Cindy Sherman. Tal apropiacionismo adquiere nuevo valor con el vídeo que se mueve en internet, ya que hace posible reconstruir el imaginario visual a través del reciclaje. La imagen tecnológica (la fotografía, el cine, el propio vídeo), más que represantar el mundo, condensa nuestros deseos y actitudes en relación con él. Además es un modo de crear que responde y satisface el fetichismo que hemos desarrollado en nuestros días hacia ese metraje al que refería William Gibson en su Mundo espejo. Recombinar las imágenes, modularlas como elementos significantes, reconfigurar el universo audiovisual digitalizado abre nuevas vías de comunicación y creación artística.

Cañas extrema en cierto modo estas posibilidades, de ahí que se exagere el carácter barroco de su trabajo que ciertamente ficciona la ficción y hace copia de la copia, pero que muestra registros visuales difícilmente etiquetables bajo una única palabra. Las imágenes recortadas y pegadas nos hablan del universo íntimo de la artista. Cercanas al trabajo del sueño y al caos de lo emocional las proyecciones se sitúan en el ámbito de lo oscuro, lo difuso, lo velado para provocar y sugerir en diferentes direcciones. Conseguir esa atmósfera es uno de los logros de la video-instalación porque involucra al espectador convirtiéndolo en partícipe. A ello colaboran la magnífica sonorización y la calidad de los recursos tecnológicos.

Subrayemos, así, el valor del nuevo Espacio Iniciarte: recupera un lugar, promueve jóvenes artistas y abre el proyecto con la obra de una mujer que mantiene una firme línea de trabajo con los nuevos medios (www.animalario.tv). Y es que, tal como se señaló en el Encuentro de mujeres y tecnología, organizado en Sevilla por el colectivo Donestech, es imprescindible el apoyo institucional para acabar con la brecha digital que aún dificulta el acceso a la tecnología especialmente a las mujeres. Kiss the Fire muestra este interés por explorar el ciberespacio y destilar desde sus redes flujos de luz creadores de espejismos.

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