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Cultura

Entre el retablo y la suite

  • Weber-Lutgen acoge una muestra breve en el tiempo pero no en calidad

Hojas y flores cubren un cuerpo de mujer. Sólo vemos sus piernas. Es una víctima de la violencia. No de la que narran las páginas de sucesos, sino de otra más sutil, más insidiosa. Quizá la de las faenas del hogar, obligación al parecer de las mujeres: ¿señalarán las hojas en esa dirección?. Pero ¿y las flores? Tampoco son inocentes: en demasiadas ocasiones, el regalo del varón a la mujer o la caricia encierran una orden de silencio, un modo de no escuchar. Tal vez por eso, en la obra de Julia Fuentesal las flores tapan el rostro femenino, lo ignoran.

Trabajos de esta autora y otras doce componen esta muestra breve en el tiempo pero no en calidad. De las tres video-performances que acoge, destaca la inmediatez de Maria AA, la sorna de las Hermanas Gestring (Greta García Jonsson y Laura Morales) y la fuerza de lo grotesco en Katerina Fanouraki. No falta la fotografía (irónico suicidio de Alessandra Favetto, paisajismo de Carmen Ragá, reflexión sobre la menstruación de Marina Tziara) ni la pintura: desde la exactitud poética de Ana Quesada a la confluencia de técnicas de Laura Winter y la definición de espacios por el color en Ceres Adriana.

Lourdes Murillo idea un espacio conceptual: un arco del que cuelgan las recetas de cocina que iba reuniendo su madre. El arco, como la araña de Louise Bourgeois, es imagen y memoria del cuidado maternal. Más dura es la instalación de Teresa Ribuffo, centrada en la violencia doméstica, mientras la de Marisa Vadillo recoge con serenidad y gotas de humor el paso de los días. La muestra, como el retablo y la suite, extrae su unidad de la diferencia de miradas y de ideas.

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