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Crítica de Música

El valor de la estabilidad

El ciclo de música de cámara de la ROSS se alimenta de dos tipos de conjuntos: los que se crean específicamente para conciertos concretos y los estables. El Cuarteto Emispherio pertenece a estos segundos y eso se nota en el tipo de sonido, la conjunción, el equilibrio entre las partes y, sobre todo, en la variedad de matices que incorporan a sus interpretaciones, trabajados a lo largo de meses y contrastados con la práctica en sus conciertos.

Especialmente admirable me resultó la primera parte de su actuación: el Cuarteto de Arnold lo han tocado muchas veces y lo tienen grabado. Por empaste, equilibrio y un fraseo extraordinariamente versátil, capaz tanto de destacar los aspectos más joviales de la obra como el misterio que parece ocultarse en su oscuro y serpenteante Allegretto, la interpretación resultó intrépida, elegante y gozosa. Lo mismo puede decirse de la estupenda pieza de Jesús Torres, que se benefició de la variedad de detalles en tímbrica y articulación.

Algún desequilibrio se apreció sin embargo en el Trío de Beethoven, especialmente en las partes más expansivas, en las que el sonido del cello de Gretchen Talbot pareció siempre algo más débil, un poco a remolque de sus compañeros. Fue en cualquier caso un Beethoven mirado de frente, con articulaciones nítidas, y que expresivamente se mostró mitad romántico mitad clásico. En Mozart, ya con el oboe de Roper, el Emispherio dio una buena muestra de cómo combinar el sonido camerístico con el concertante, a través de la variedad en los matices de dinámicas, los ataques y la acentuación.

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