Crítica de Flamenco

La verdad de las mentiras

Un espectáculo diferente. Lamentábamos ayer que el flamenco contemporáneo se haya desentendido completamente de la difícil situación social que lo rodea y aquí tenemos una obra inspirada directamente en el conflicto que tuvo como involuntario protagonista a Ortiz Nuevo este verano. Es un espectáculo desternillante y valiente, muy honesto. Sin duda el más honesto de su autor, porque se basa en un episodio biográfico. Y porque Ortiz Nuevo abre su corazón de par en par en la obra. Por la escena pasan también los periodistas, columnistas de éxito y políticos que atizaron el mencionado conflicto que tuvo, lamentablemente, a la Bienal de Flamenco de Sevilla como marco. Con nombres y apellidos y citas directas de periódicos y televisiones. Ortiz Nuevo no habla de posverdad sino que huye de eufemismos: los llama mentirosos.

Lo mejor de la obra es sin duda haber convertido un episodio lamentable en un espectáculo desternillante. Macías borda los papeles de los periodistas de turno y del responsable político. Todos conocen la enorme capacidad histriónica del actor. Aunque sus fuentes de inspiración poseen de hecho, por sí mismos, una gran dosis de histrionismo.

Al tratarse de un estreno en la periferia, la obra se presentó en bruto, cosa que, a mi entender, le aporta frescura y vitriolo. Nos encontramos frente a un guión bien trenzado que enlaza el presente del pasado verano con la historia y el tratamiento que el flamenco ha hecho de la mentira. Claro que los mentirosos de hoy tienen bastante menos gracia que el gran Pericón de Cádiz. Eso sí, en lo de creerse sus propias patrañas, superan al legendario cantaor con creces.

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