DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Cultura

La victoria de Mercurio sobre Marte

Los descubrimientos y los caudales de Indias hicieron de Sevilla el emporio del mundo en los tiempos modernos. Pero la centuria que colocó a la ciudad en disposición de asumir el gran desafío americano fue el siglo XV.

Antonio Collantes lleva cuarenta años de fecunda carrera académica (desde su imprescindible Sevilla en la Baja Edad Media. La ciudad y sus hombres) demostrando, con una labor callada e infatigable, la polifacética personalidad de la Sevilla del Cuatrocientos, la única ciudad castellana que podía rivalizar con los grandes puertos aragoneses y hasta medirse a las comunas del centro de Italia. No vamos a descubrir ahora el rigor documental, ni la agudeza expositiva de Collantes, autor leído y respetado en Sevilla, y aún más, fuera de ella. Pero sí felicitarnos porque por fin se difunda algo de su amplia y fundamental obra articulista, muy desconocida para el gran público.

Los nueve trabajos están prologados por Miguel Sánchez Martínez, investigador del CSIC, y creo que resumen bien (aunque sin agotarla) la larga trayectoria del autor y sus principales líneas de investigación. Los dos primeros, dedicados al latifundio y al comercio del aceite, asientan los andamiajes de lo que será la fortuna del patriciado urbano en la Sevilla medieval: el dominio de la tierra (el fértil alfoz sevillano) y el control sobre la exportación de los productos agrarios de más alto valor añadido. Sin este background rural no puede explicarse la concentración de riqueza y poder que llegó a alcanzar Sevilla en el siglo XV, ni el atractivo que pudo ejercer su puerto para los mercaderes foráneos.

Los círculos económicos, mal conocidos todavía, son analizados en otro trabajo esencial: La élite financiera en la Sevilla bajomedieval: los mayordomos del concejo que sirve de complemento al estudio, también recogido en estas páginas, sobre los impuestos concejiles. A través de aquellos que desempeñaron el oficio de cuentas del cabildo Collantes descorre la cortina de la gestión de las rentas de la ciudad, descubriendo la compleja malla de vínculos de parentesco, relaciones sociales y tratos mercantiles que entrelazaban a estos hombres del poder y del negocio.

La propia morfología de la ciudad se antoja, a veces, un molde en el que dejara huella el dinamismo económico de la urbe. Esta faceta, quizás la más conocida de los trabajos del profesor Collantes, viene ilustrada con dos estudios de referencia. El primero demuestra el brutal incremento que experimentó el precio de los arrendamientos en el mercado inmobiliario de final de la Edad Media, mientras el segundo considera la vinculación del trabajo artesanal a los espacios de actividad económica de la ciudad.

Uno de los artículos más sorprendentes del libro es el magnífico Malhechores y rufianes en Sevilla, que da un vuelco a la imagen estereotipada que podríamos tener de un grupo, en principio, marginado. El fino análisis del lenguaje usado en cartas, requerimientos y pregones municipales permite identificar a aquellos onbres de a pie que viven con señores con las bandas de jaques ociosos que estaban bajo protección de los nobles, sirviéndoles como guardia personal, cuando no perturbaban la paz de la calle armando bullicios y ruidos.

Populosa urbe, ya entonces, y abigarrada, mucho antes de que Cervantes retratara su germanía. Capital que coronaba y sometía una red amplia de ciudades vicarias extendidas por todo el valle (Las ciudades de Andalucía desde el siglo XIII...). El Guadalquivir fue el eje vertebrador de este territorio que primero fue de guerra, y más tarde, de comercio. Mercurio terminó venciendo a Marte.

Antonio Collantes de Terán Sánchez. Universidad de Sevilla, 2008. 273 págs. 25 euros

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