Cultura

Despedida valiente pero accidentada

Nos despedimos un año más del Ciclo de Música Contemporánea de la mano de la Orquesta Filarmónica de Málaga, esta vez dirigida por José Luis Temes, que con valentía y su usual buen oficio sustituyó a última hora al maestro José Ramón Encinar, el cual no pudo asistir. No sabemos si Temes tuvo mucho o poco tiempo para prepararse el duro repertorio, pero una vez más demostró ser exhaustivo y concienzudo en su trabajo, de una claridad extrema en gestos y una seguridad impertérrita.

Après Josquin de Giovanni Battistelli abrió la noche con un estilo sumamente efectista, que si bien era brillante en el uso de la orquesta, iba palideciendo en interés discursivo a medida que avanzaba. El uso de materiales procedentes o inspirados por el franco-flamenco Desprez se dejaba entrever en una o dos ocasiones, con carácter más germinal o formal que de cita.

El Concierto nº3 para piano y orquesta, Sueños, de Luis de Pablo, es una partitura sumamente difícil para toda la plantilla, y cabe preguntarse si el resultado musical compensa la más que dura tarea que exige a los intérpretes. Desde luego Damerini supo sacarle todo el partido e hizo gala de un control absoluto del teclado, incluso en los pasajes más sobrehumanos. No fue el caso de la orquesta, que incurrió en numerosos fallos de descoordinación achacables a la falta de ensayo. La pieza es una de las más ásperas del compositor, con un violento diálogo entre el histriónico piano y una orquesta llena de aristas, de una instrumentación sin concesiones.

Todas estas características hicieron que el contraste fuese aun mayor con la siguiente obra: la Sinfonía nº3 de Isang Yun. La obra del coreano es un perfecto ejemplo de colisión cultural. Su estilo orquestal es puramente occidental, se podría decir incluso que germánico, pero sus preocupaciones musicales y su melodismo proceden de la música coreana. El uso de la plantilla es masivo, postrromántico, sin dejar un respiro a la cuerda y con grandes intervenciones de fanfarrias, como si Bruckner hubiera llegado a la atonalidad. También colorea con percusión, arpa o maderas ciertos pasajes de inspiración más oriental, pero nunca cayendo en el pastiche o lo kitsch. Los violines tuvieron serios problemas de afinación en los exigentes pasajes sobreagudos, pero no empañaron la belleza final de la obra.

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