Cultura

Gloria a la abeja Seinfeld

Mientras haya reino animal, hay esperanza. Podría ser el lema del National Geographic, pero para nosotros es el gran axioma en el que depositar nuestro anhelo de un Hollywood creativo y estimulante. Por si alguien dudaba ya que la animación es el último reducto de ingenio en una industria tan desquiciada como repetitiva, Bee Movie, penúltimo producto de la casa Dreamworks de Spielberg y sus amigos judíos, nos confirma que ciertas alianzas pueden elevar el género, que corre también, cómo no, el riesgo de la autoparodia, a cotas de calidad y, lo más interesante, madurez, impensables hace apenas quince diez años, todavía bajo la aplastante influencia de las blandenguerías cantarinas y encantadas de la casa Disney.

Bee Movie es, hasta la fecha y que yo recuerde, el más adulto de todos los filmes de animación digital que se han estrenado entre nosotros. Lo cual supone un pequeño obstáculo a su viabilidad comercial entre la chiquillería (se notaba en la sala) y un auténtico acontecimiento, cercano a la experiencia Simpsons, entre los que vamos de acompañantes o, simplemente, de espectadores con espíritu infantil momentáneo. Y es que detrás de los múltiples chistes, guiños, citas y amables maldades de la película se esconde el humor de Jerry Seinfeld, un tipo bajito, neoyorquino y judío que fue todo un fenómeno mediático en Estados Unidos con su serie y sus monólogos y que por aquí no llegó a cuajar nunca del todo.

Transmutado en joven abeja rebelde, Seinfeld y sus compinches guionistas y animadores han sabido sacar partido a la metáfora de la colmena y el zángano para imaginar un fascinante universo de tonos y sabor miel que, he aquí buena parte de la gracia, puede leerse siempre en clave realista, adulta y contemporánea, tanto o más que las patrañas de progresía patriotera del estirado Redford en sus Leones por corderos. Y no se trata ya sólo, qué locura, de invitar a (y reírse de) Sting, Ray Liotta o Larry King a la función, de sentar en el banquillo a humanos contra himenópteros, de apuntar una love story entre especies (!), sino de hacer de la historia de la reivindicativa abeja Seinfeld, parlanchina y díscola como no podía ser de otra forma, todo un alegato ecologista que deja en pañales, creativamente hablando, a las sofisticadas presentaciones en power point del amigo Al Gore.

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