Cultura

Vocación artística ante todo

Españoles y franceses para el cuarto programa de los conciertos de abono de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). En esta ocasión, con la presentación de pequeñas obras en permanente metáfora acuática (como rezaba el programa) o con el exotismo por bandera.

La óptima pulsación de la batuta de Ceccato, perpetuo durante el concierto de anoche, ayudó bastante ante la Fanfarria-Preludio de Carmelo Bernaola, pieza que su autor no llegó a escuchar y que se estrenó hace algo más de tres años. Completó la primera parte Maurice Ravel, primero con Una barque sur l'océan muy efectista en la matización pero desigual en la articulación de los violines, y segundo con la aparición de Ana María Sánchez, en vez de María José Montiel como estaba previsto en el programa oficial de conciertos.

La verdad es que nos hubiese encantado contar con esta última pero la soprano alicantina no defraudó en absoluto. La prueba de ello se palpó desde Asia, el primer tiempo de Shéhérazade en donde sus cálidos y delicados ataques a las notas agudas en combinación con una interpretación contenida y elegante, hizo preludiar no sólo el resto de tempi sino el verdadero caballo de batalla que vendría después. Me llamaron la atención varios detalles de la biografía de la solista. No sólo que comenzó a dedicarse profesionalmente a la lírica a una edad tal vez avanzada para lo acostumbrado sino su grado de perfeccionamiento en el conocimiento verdadero de la partitura que ejecuta. Puede ser, como ella comentaba en una entrevista reciente, que su vocación docente y su cariz investigador como filóloga lo aplique virtuosamente a la lírica. Sea como fuere no hubo más que ver, o mejor escuchar, las Cinco canciones negras de Xavier Montsalvatge plenas en clara dicción. Su espectacular fraseo sumado a excelentes dotes interpretativas en la famosa Canción de cuna para dormir a un negrito, sumada a un preciso acompañamiento por parte de los maestros de la OFM, no quedó atrás ante las versiones históricas.

Terminó el concierto con El mar de Claude Debussy, más compacto en el tercer tiempo dejando atrás un poco afortunado primero -el acorde final evidenció algún desajuste de afinación- y el constante goteo de espectadores llegando tarde durante la primera parte.

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