crítica cine

La confirmación de una gran banda de jazz

Ool-ya-koo BIG BAND

Teatro Isabel la Católica. Sábado, 5 de noviembre. Aforo: medio (400 personas)

Solo tres ediciones le han bastado a la Ool-Ya-Koo Big Band para consolidarse como la gran banda de jazz que podía llegar a ser. El carácter estable que ha alcanzado en los últimos tiempos se hizo patente en el concierto del sábado, que supone su confirmación como una big band de garantías, con los engranajes bien engrasados, impulsando la música que salía del conjunto hacia adelante y en la misma dirección.

Hablando de dirección, también influyó la ejercida por un afable y comunicativo Sergi Vergés, que le dio el dinamismo que requerían las obras presentadas. En este capítulo, que es fundamental pues el repertorio se circunscribe a las diez obras seleccionadas de entre las 33 que este año se han presentado, la calidad queda determinada por los arreglistas y su selección de temas, y en ese sentido también se ha evidenciado un notable salto respecto a las anteriores ediciones.

Lástima que aún el público no le conceda la confianza y el crédito que sí otorgan al resto de propuestas del cartel central, y así se vio con una sala a medio llenar. En cualquier caso, si la Ool-Ya-Koo mantiene la progresión que mostró el sábado, es indudable que la respuesta llegará, más tarde o más temprano.

Tras la presentación a cargo que Arturo Cid, músico y divulgador de amplia trayectoria, que además ejerce de consejero andaluz de la SGAE, la entidad que financia el proyecto a través de la Fundación Autor, y que se mostró optimista en relación al concurso de arreglos que lo fundamenta, la banda comenzó pisando a fondo el acelerador, con tres magníficas y vertiginosas piezas llenas de swing.

La primera, la obra Abogado del Diablo, de Carlos Sagi, un tema energizante, lleno de dinamismo, muy clásico al modo americano de las obras para big band de la era dorada, y a la sazón ganadora del certamen, que efectivamente fue de lo mejor de la noche. El nivel se mantuvo con Afroeclipse, una composición de Miguel Ángel Blanco, muy sugerente, con exóticos arreglos de bajo eléctrico y guitarra de sabor africanista y un solo con el que pudo lucirse al saxo barítono Roberto Nieto.

La terna que nos pegó a los asistentes a la espalda de nuestros asientos se completó con el tema The Thad Jones Funk Legacy, un arreglo de Pep Tarradas que llevaba en el título su declaración de intenciones y que lograba su propósito de inyectar el groove en el público y sirvió para disfrutar del toque exuberante de Rafa Martínez al trombón y de Carlos Ligero al saxo.

El ritmo se atemperó con un tema más atmosférico, Claros y Oscuros, una composición original presentada por el tinerfeño Tanausú Santana, de ambiente más incidental, por momentos cinematográfico y con un solo muy onda Coltrane que interpretó Valentín Murillo, al que respondió con la trompeta Alberto Martín.

También muy personal resultó Axuri Beltza, el tema con el que el navarro Iñaki Askunze obtuvo el segundo premio, una composición muy rica matices que propició sorprendentes devaneos disonantes a Luca de Felice con el saxo y a Edu Armiño con el contrabajo. En esa fase más downtempo se enmarcó también el tema Recordando, de Eduardo Rojo, de reminiscencias sureñas y de los pocos que miró hacia la tradición flamenca para abordar los arreglos. Con este, también el presentado por el chileno Cristian Andrés Letelier -el tercer premiado-, Manduka, original de Tomatito, y el único que hizo a Valentín Murillo coger la flauta travesera, dejó aromas flamencos, una influencia a la que se recurrió con más frecuencia en la pasada edición. Entre ambas, se coló otro arreglo en clave de funk, el firmado por Vicens Martín, De Hechizos y Brujas, un tema sincopado que permitió lucirse a Miguel Fernández con el saxo y al guitarrista Mario Alonso. Para el final quedaron Ferrari, otro tema del maestro Askunze, muy enérgico y de gran clasicismo jazz, y Talaia de Paul Stocker, que sirvió para cerrar la velada.

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