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"En la juventud de hoy sigue habiendo un sector al que no le importa el dolor ajeno"

  • 'La señorita de Trevélez', de Arniches, llega este fin de semana al Isabel la Católica con su crítica a la juventud burguesa

Para todos aquellos que se ríen cuando alguien se cae, un público masivo por tanto, llega al Isabel la Católica la obra cumbre de Carlos Arniches, La señorita de Trevélez. Una historia cruel que cuenta la burla perversa sufrida por una inocentona pareja de hermanos, maduros y solteros, urdida en la mente de dos pijos desocupados de la España del siglo pasado. Dos pijos que podrían ser de hoy y una burla que se sigue repitiendo. Un clásico inagotable, pues, que el productor Tomás Gayo recupera después de "un año raro a nivel personal".

Junto a Ana Marzoa o Luis Fernando Alvés, Gayo se deja la piel en el montaje haciendo las veces de productor y actor para homenajear a quien considera uno de los autores más importantes de la literatura española. La señorita de Trevélez fue su primera función cuando comenzó su carrera hace treinta años. La conoce muy bien. Y adora a Arniches: "Fue enormemente criticado en algún momento de su vida por otros autores por sus sainetes, cosa que aún hoy se confunde, y luego apoyado por toda la generación del 98 por su riquísimo castellano ". No ha habido, dice Gayo, "después de Valle-Inclán, otro que haya revolucionado el lenguaje de esa manera".

En esta historia el autor contaba en 1916 la burla perversa de dos burgueses desocupados hacia los hermanos Gonzalo y Florita; una tragedia grotesca de gran inteligencia con triples sentidos y una crítica a la juventud burguesa que ignora los sentimientos de los demás con sus crueles bromas.

Es una obra "absolutamente contemporánea". Entre los jóvenes burgueses del siglo anterior y éste, claro está, hay diferencia, pero no mucha. Los pijos han cambiado pero la crítica que hacía Arniches de ellos en la obra sigue sirviendo. "No todos los pijos por igual, pero sí hay un sector de la generación del MP3 de hoy, como yo les llamo, al que no le importa el dolor ajeno y que no quiere saber nada del compromiso". Pasa con los que se ríen de la infelicidad ajena; "los que bromean con la felicidad de los seres humanos". No todo son risas en La señorita de Trevélez. De hecho, la obra cuenta el sufrimiento de Gonzalo (Tomás Gayo) y Florita (Ana Marzoa) "en manos de unos jóvenes provincianos ociosos que viven la vida anodina de una capital de provincias, dominada por señoritos parásitos y llena de ignorancia e injusticias". La obra tiene todos los ingredientes para ser "una fiesta teatral". Sólo al final, hay cinco minutos de tristeza. Entre lo trágico y lo jocoso, la obra que llega este fin de semana al Isabel la Católica, simboliza "esa costumbre que tenemos los españoles de reírnos cuando a alguien le pasa algo malo". Al público le encanta porque, cuenta el productor, "sabe antes que los propios personajes lo que va a pasar y que a los dos hermanos les están tomando el pelo".

Además de la crítica al poco respeto por los demás, "también está por todos lados en la obra la violencia de género", explica Gayo. "La humillación a una mujer, de una forma psicológica, simplemente porque la naturaleza ha sido menos piadosa con ella que con las demás. Por ser más fea". Ése es el eje del montaje, una carta de amor falso que acaba con las esperanzas de Florita: "Una persona que ha perdido todas las esperanzas de casarse y a la que yo, su hermano, trato de ayudar tiñéndome el pelo para parecer joven y que ella no se dé cuenta de su propia madurez".

Con la única necesidad de aligerarla, "este clásico no necesitaba nada más". Sólo, dice Gayo, "por la falta de costumbre a ver obras muy largas, hemos quitado escenas que eran más superfluas y hemos dejado lo fundamental". Basta la genialidad de Arniches: "En el lenguaje, en el triple sentido, en el conflicto de los personajes, en la gracia, en el conocer miles de situaciones que la hacen perfecta", argumenta.

Además de su autor, el montaje cuenta con un reparto de lujo, integrado por Marzoa, Gayo, Alvés, Pedro Miguel Martínez, Julio Escalada, Carlos Segui, Geli Albaladejo, Mundo Prieto, Vico Ramos y la dirección de Mariano de Paco Serrano; y una puesta en escena "casi como japonesa, de caja de música, con trajes de época, más de los años 30 o 40 que del propio 17 cuando se estrenó. Una estética de las películas españolas en blanco y negro, "que nunca volverán a repetirse".

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