Cultura

Una maceta le hizo empresaria

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Se acercaba el verano y decidió bajar a la calle para comprar unas macetas y así renovar las que lucen en los cuatro balcones de su casa. Cuando volvió, la vida le había cambiado. Magdalena había estado trabajando hasta ese mismo día en el campo y "sin saber nada del negocio" decidió adquirir (en lugar de una maceta) un kiosco que se encontraba en venta en su barrio "de toda la vida", Isla Chica.

Han pasado tres años desde entonces y ahora cuenta con orgullo su historia. Una historia que le ha permitido seguir tratando con la gente, que es lo que más le "apasiona". Y es que durante los veinte años anteriores su labor profesional Magda había estado muy ligada al trato directo con los trabajadores, especialmente con los extranjeros, "que necesitan mucha dedicación". Tanto como el negocio que mantiene abierto de lunes a lunes y de ocho de la mañana a nueve de la noche, con una breve pausa para comer y para hacer todas las gestiones. Porque si la idea inicial fue llevar adelante un pequeño kiosco, ahora además de este establecimiento (que utiliza como recepción de la prensa diaria) cuenta con un local de venta de libros, regalos y revistas.

Le queda poco tiempo para poder disfrutar de sus aficiones (la lectura y la historia), pero, como ella dice, "la gente me da vida" y eso es una gran satisfacción para ella. Y también lecciones y "muchos detalles".

Son innumerables las anécdotas que permanecen en su memoria y que han transcurrido en tan sólo este tiempo. "La gente es muy agradecida y en más de una ocasión, mis clientes me han regalado cuadros o libros creados por ellos mismos".

Dice que a pesar de lo que se diga, "la gente lee mucho, o por lo menos en el barrio de Isla Chica" y que "todos, sean hombres, mujeres, o jóvenes, pasan cada día por su local para adquirir la prensa diaria, revistas y otros artículos". Y así lo atestiguan sus cuentas, que le animan a "no cambiar de negocio por nada en el mundo".

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