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Cultura

Los onubenses también emigraron

  • La Universidad acoge una exposición donde repasa el pasado y futuro de las experiencias migratoriasl memoria histórica Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Huelva. Plaza de la Merced. Hasta el 29 de febrero.

El patio central del Campus de la Merced de la Universidad de Huelva exhibe, hasta el próximo 29 de febrero, la exposición 'De la España que emigra a la España que acoge', donde se refleja el pasado y el presente de las experiencias migratorias, haciendo un recorrido por la historia del pasado de la España como país de emigrantes, para detenerse después en la España como país de acogida.

Organizada por la Fundación Francisco Largo Caballero, en colaboración con Cajasol-Fundación, la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración, Caja Duero y la Onubense, la exposición aborda con rigor y seriedad el fenómeno migratorio a través de más de cinco centenares de fragmentos.

Objetos como tarjetas de identificación, cartas de los emigrantes a sus familiares, baúles, maletas e incluso las escaleras que utilizaron los subsaharianos en las vallas de Melilla muestran las semejanzas que existen entre los emigrantes actuales que llegan a España y nuestros compatriotas que viajaron a otros países en busca de una vida mejor.

Como es el caso del onubense Salvador Díaz Rufo y de tres de sus hermanos, que marcharon a Alemania en la época de los 60 para labrarse un futuro más prometedor del que le servía en 'bandeja' la atrasada, oculta y maquiavélica España de Franco.

En esa época, Huelva era un absoluto pueblo sin mucho que ofrecer a los jóvenes, como Salvador, que recién había acabado los estudios de Oficial Industrial Electricista, en la Escuela de Maestría Industrial. "La verdad es que por aquel entonces tenía trabajo aquí... pero las ganas de vivir aventuras que te aportan los 18 años me llevaron hasta la ciudad alemana de Siegen...Mi caso es distinto, no emigré para buscar un sueldo para dar de comer a mi familia ni una vida mejor, aunque debo de reconocer que allí mi remuneración laboral era infinitamente mejor, y eso conllevó a tener un mejor nivel de vida", afirma Salvador mientras observa, minuciosamente, los documentos, imágenes y objetos que conforman esta muestra.

De pronto la expresión de su cara cambia, espetando "una maleta de cartón, como esas que aparecen en la fotografía, fue mi compañera de viaje". Viaje que se inició una vez que este onubense rellenó los pertinentes formularios en la Delegación provincial de Emigración y pasara el reconocimiento médico, realizado por médicos alemanes arribados para tal fin a la capital.

"En Siegen trabajé en una fábrica de fundición; inicié mi etapa laboral de emigrante como gruista, y dada mi facilidad para los idiomas, fui escalando puesto hasta trabajar en el servicio de mantenimiento eléctrico", apunta, a la vez que destaca que él y los que estaban con él trabajando en esa macrofábrica contaban con un piso y con todas las necesidades básicas cubiertas -"esta ventaja permitía a muchos padres de familia enviar a sus casas casi el 90% de su nómina. Muchos eran analfabetos, yo les escribía y leía las cartas de nuestros paisanos... también realizaba funciones de intérprete"-.

Ahora la cosa es distinta, como muestra esta paralela exposición. Sin embargo, en algo no ha cambiado. "Los alemanes nos consideraban como de segunda clase... pero a veces, este camuflado racismo era alimentado por la mala educación de los españoles, a años luz de la mostrada cotidianamente por los alemanes".

Salvador volvió a Huelva a realizar el Servicio Militar y ya no regresó. Los conocimientos allí adquiridos le ayudaron a conseguir un trabajo en la incipiente Riotinto Patiño.

Seguramente, trabajar como camarero, asistentas del hogar, temporeros de fresas o naranjas, vendedor de kleenex en semáforos varios... no les otorgue a los inmigrantes de hoy en día una experiencia laboral con la que volver a su país de origen y poder allí ganarse dignamente la vida.

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