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No se puede encasillar el flamenco

Cada vez suena más pacato el artículo del Estatuto de Autonomía de Andalucía en el que se recogen competencias exclusivas en materia de flamenco en nuestra comunidad. Dicha reivindicación llega justo cuando el flamenco es más universal, cuando han desaparecido las posibles fronteras de un arte marginal, inculto y minoritario, cuando se reconocen sus valores y se respeta en todo el mundo. Hace poco me escribía David Sorroche, cantaor de flamenco local, desde Estocolmo, diciéndome que allí el flamenco es de "categoría", que algunos guitarristas suecos tienen un nivel envidiable. La velada del sábado en la Peña Flamenca La Parra de Huétor Vega fue memorable, precisamente por una bailaora japonesa llamada Junko Hagiwara y por el selecto cuadro que le acompañaba. No todas las noches en las peñas hay buen flamenco. Se procura que sí. Pero no siempre los artistas son de primera o no casan entre ellos o el día no le es propicio o se quedan cortos y no llegan o el ambiente no acompaña oý Pero cuando se dan las condiciones apropiadas, la peña se erige como el mejor sitio de todos para ver y escuchar flamenco.

Una noche completa, repito, es lo que pudimos disfrutar, donde la guitarra, el cante y el baile se dieron cita. Dividida en dos partes, a cada cual mejor. En la primera, comenzó Antonio Gámez, el guitarrista sevillano que acompaña actualmente a Ana Reverte, interpretando unos tarantos rematados por tangos. Miguel Rosendo, cantaor gaditano, nos cantó unas seguiriyas. Tanto el uno como el otro en un principio resultaron algo fríos y quebrados, aunque la calida esfericidad no tardaría en aparecer. La primera entrega de la bailaora llegó en forma de soleá. Sus formas académicas, algo aprehendidas, se fueron dulcificando hasta alcanzar la finura, la elegancia y la gracia de las alegrías con las que remató la segunda parte. En esta continuación, Gámez, nos regaló unas granaínas de buena factura, que acabaron por bulerías con acento sudamericano. Jeromo Segura, de la nueva hornada de cantaores onubenses, nos brindó unos tientos tangos cantados con mucho gusto y una tesitura a tener en cuenta. Su estilo armónico y reposado se complementa de maravilla con la voz rotunda y flamenquísima de Rosendo. Con esta perfecta comunión de astros, disfrutamos las perfectas alegrías a las que he aludido anteriormente. Como fin de fiestas, siguiendo la especial tónica conseguida, todos los actuantes nos ofrecieron un poquito por bulerías, donde el tocaor se acordó de sus paisanos Raimundo Amador o Manuel Molina.

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