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Análisis

José Ignacio Rufino

Agilulfo rajoy, caballero inexistente

El coste económico de la corrupción cancerosa en España se calcula con cifras y supuestos del todo aventurados¿Estamos haciendo leña del árbol caído, o es que estaba caído hace tiempo?

Dice la leyenda que El Cid Campeador, una vez muerto, fue amarrado a su caballo por los suyos en la batalla para estirar un poco más el miedo que causaba en los moros. Cargándose el componente legendario, cabe pensar que mucho más fácil e higiénico hubiera sido fijar a la montura y a las bridas su impedimenta militar, casco incluido, sin cadáver alguno. Como Agilulfo, el caballero inexistente de Italo Calvino, pero a la española, o sea, con más tenebrismo que frivolidad, cosa propia de los italianos y en general ajena al sentimiento hispánico de la vida. Quizá Rajoy haya sido un zombi político amarrado a su caballo Moncloa durante los últimos años. Tras la detención de Zaplana, personaje digno de ensayo, y sobre todo tras la demoledora sentencia de la Gürtel, que prácticamente condena a cadena perpetua -por pura aritmética; ya veremos- al "cabecilla" de la trama, Correa, y al encargado del cash, Bárcenas, el presidente del Gobierno muestra claros signos de descomposición. Dios lo guarde muchos años, pero si él simboliza el Partido Popular, en las costuras de su uniforme -terno gris y mocasines negros de toda la vida- se han abierto sietes y jirones que dejan ver el vacío: el Partido Popular bien puede estar tocado de muerte. Su crisálida hueca ha metamorfoseado en una mariposa naranja. Matando al padre, que fue joven y triunfante en la segunda década de la Transición y más allá, Ciudadanos exige elecciones ya: se cree ganador, y de nada bueno le sirve seguir apoyando al Gobierno. De algún triunfante gabinete del fatídico Aznar queda uno o ninguno libre de imputación, condena o fundada sospecha. El chiste dice que de los asistentes a la escorial boda de su hija con el mediocentro Agag -otro que a ver- no quedan en libertad más que los camareros y la orquesta. Cuando más limpio y con menos reconocimiento ha gobernado la derecha conservadora en España ha sido en los años de Gran Recesión. Sus medidas de urgencia ante el naufragio y la traición catalana -"ahora, que está débil; antes de que se recupere"-, inmolación a Rajoy.

De forma más o menos palmaria, la sentencia de esta semana declara el partido de las gaviotas azules una trama, una organización en la que se delinquía mientras que se gobernaba. Los medios afectos abandonan el barco azul y se pasan a Rivera con poco disimulo. ¿Hacen sus periodistas, como Rivera y, permitan que me señale, éste que esto escribe leña del árbol caído? Sin duda. La política, como la empresa y el Serengueti, pueden ser implacables. Pero si El Cid era un cadáver galopante y Agilulfo era puro aire bajo la celada, el árbol del PP estaba caído hace tiempo. La leña está bien seca. Es una lástima que políticos de altura como Soraya Sáenz de Santamaría y no pocos otros se queden con los pies colgando. El verano es tiempo de fichajes en el deporte profesional. Puede que este año también en política. Usted dirá a lo mejor que es exagerado este fatalismo con respecto al partido aún gobernante. Puede, también: España es España, y los votos a veces hacen todo menos castigar a los malos. Empezando por los de las elecciones autonómicas.

¿Cuánto ha costado al país la corrupción, la del PP, CiU, la silente del PNV o la del PSOE, empezando por el PSOE andaluz? Es difícil saberlo. Los porcentajes del PIB que, con la palanca en unos estudios de Transparencia Internacional, utilizan Podemos y Sánchez son gratuitos, y esos 48.000 millones anuales que aducen para autoproclamarse no ya limpios, sino con la llave de control del déficit sin mermar el gasto público, tienen la misma base que el suelo en el que pisaba Rajoy desde hace va para diez años. Una década en la que ha sido el presidente de esta bendita patria pateada por rinconetes vestidos de servidores públicos.

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