Cuando estamos en vísperas del otoño, cuando todavía no ha expirado el verano en los atardeceres cárdenos del Aljarafe, hemos recibido un anticipo de la primavera ansiada. Es un acierto del Consejo de Hermandades y Cofradías designar al pregonero y al cartelista de la Semana Santa a mediados de septiembre. Primero porque el pregonero, José Ignacio del Rey Tirado, y el cartelista, Pepilllo Gutiérrez Aragón, dispondrán de más tiempo. Y, sobre todo, porque en un periodo de extravío, cuando la Semana Santa se confunde con una fiesta burocratizada y es sometida a la tiranía del miedo que rechazamos, se vuelve a hablar de lo de siempre: de cómo será el Pregón, de cómo será el cartel, de cómo será lo que tiene que ser.

Precisamente los condicionantes adversos jugarán a favor de los elegidos, que estarán más tranquilos para lo suyo, mientras se discuten otras cuestiones que riman con macetones. Alguien próximo al Consejo me comentó: "El pregonero de este año no será un periodista, ni un cura, ni una mujer". Veníamos de un poeta de los de verdad, Lutgardo García (2015); un hombre polifacético popular y querido, Rafael González-Serna (2016) y un periodista, Alberto García Reyes, que triunfó este año con brillantez indiscutible. Así que han vuelto a lo que en otros tiempos era habitual: un cofrade de garantías y abogado de profesión. "Un pregonero de transición", decían algunos.

José Ignacio pertenece a los Del Rey, una familia de pregoneros. Lo fue su hermano Eduardo, actual hermano mayor del Silencio y ex vicepresidente del Consejo, en 1999. Y lo había sido, en 1952, su tío José María del Rey Caballero, abogado y periodista, artífice de los Sevillanos en Madrid. Es probable que en los próximos años nombren a otro Del Rey pregonero, pero a eso ya se llegará. Los Del Rey son como una monarquía hereditaria del Pregón. Aportan la garantía de ser cofrades comprometidos y coherentes, que dicen lo que sienten con el valor de lo auténtico.

Por eso, José Ignacio será un buen pregonero, y no sólo de transición. Como lo fue su hermano Eduardo, al que siempre he considerado un cofrade ejemplar. En el sentido de que nos sirve de ejemplo, porque está en las hermandades para unir e integrar, para ayudar. Seguro que en el cielo la madre y la abuela del pregonero también inspirarán algo. Ese pregón no será uno más, brotará desde el amor.

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